Cuando se empiezan a perder las
tradiciones. Cuando los pueblos, por aquello del paso del
tiempo, van dejando a un lado ciertos eventos que se habían
mantenido a pesar del paso del tiempo nosotros, a pesar de
todo eso, seguimos manteniendo algunas de nuestras
tradiciones que, jamás, deberán perderse. Es el caso de la
romería de San Antonio.
Cierto es que, con el paso de los años, algo ha ido
cambiando en esa romería. Haciendo memoria vieja nos vamos a
volver atrás recordando nuestra época de chaval, donde la
romería era otra cosa, otra forma de hacerla y, si me
apuran, de sentirla.
En aquella época las familias enteras subían hasta la ermita
y se instalaban alrededor de ella, con sus bocadillos, su
vino y refresco para los más pequeños, viviéndose una
jornada familiar, inolvidable, que duraba hasta que el Sol
se oponía, había que recoger todo y de vuelta a casa.
Por supuesto que en aquella época aún no se había puesto de
moda el regalar paella, bocadillos, cervezas o refrescos a
los asistentes a la romería que se acercaran a cogerlos.
Convirtiéndose, todos estos obsequios, en un atractivo más
de la romería. Con lo que desde mí personal e intransferible
punto de vista, la romería había perdido identidad y, sobre
todo, ese toque familiar que muchos años atrás se había
impuesto.
Y que conste que aquella época, era mucho más dura que la de
ahora, porque no todos teníamos para llevarnos el bocadillo,
que mitigará el hambre durante esa etapa de romeros subiendo
hasta la ermita, mientras nos dedicábamos con una lata a
recoger moras del zarzal que, por supuesto, sabían a gloria.
Como de igual manera sabía el agua bebida de aquel chorro,
al final del parque de San Amaro, que salía por un tubo de
hierro, antes de iniciar la subida a San Antonio.
Hoy, acabado aquel chorro de agua magnifica del más puro
manantial, se lleva agua embotellada de las diferentes
marcas que hay en el mercado. Ninguna de esas aguas, digan
lo que quieran decir, mejora en calidad a la de aquel chorro
salido del tubo de hierro.
En fin que las cosas, con el paso del tiempo, han ido
cambiando en su forma de ser y de hacer. Hoy no hay que
preocupare del bocadillo ya que, llegando a la ermita, a la
hora de “tajelar”, nos sirven de forma gratuita la comida y
la bebida. A pesar que, indiscutiblemente, se tienen más
medios económicos que en la época de mí niñez, donde a nadie
se le ocurrió darnos ni las gracias.
Este año se anunciaba, para todos los romeros, choco con
garbanzos, pero debido a la huelga de los camioneros, según
dicen, la organización se ha visto obligada a tener que
cambiar el menú, sustituyendo los choco con garbanzos por la
consabida paella, que es lo más socorrido que existe para
casos en los que hay que sustituir el asunto de la
“manduca”.
Sea como sea, en esta época o en la época anterior, hagamos
un esfuerzo por mantener, siempre, nuestras tradiciones. Un
pueblo que pierde sus tradiciones, está rompiendo su
historia.
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