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OPINIÓN - SÁBADO, 21 DE JUNIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Hacen comedia
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Llevaba yo mucho tiempo con el corazón encogido. Penando porque un mal hombre injuriaba a mi presidente. La gente me decía, una y otra vez, que me olvidara de Juan Luis Aróstegui. Que le estaba dando mucha importancia a los insultos que éste dedicaba los jueves a mi Juan Vivas. Que el secretario general de Comisiones Obreras era leído por veinte personas mal contadas. Por más que sus artículos permanecieran en la cartelera de internet de por vida.

Pero yo andaba con los nervios desquiciados. Con el alma en vilo; que es frase muy socorrida para expresar que a uno se lo come el temor de saber que alguien a quien admira iba a ser difamado un jueves más. Acosado por unos dardos malignos. Y, claro, esperaba la llegada de ese día con las carnes abiertas. Carcomido por la idea de que mi presidente sufriera semejante atropello y pudiera acoquinarse. Venirse abajo. Intimidarse. Era esa una situación que no me dejaba conciliar el sueño. Y mucho menos dormir la siesta reparadora y tan necesaria a mi edad.

De modo que cada jueves, casi de madrugada, me echaba abajo de la cama y salía disparado hacia el ordenador y tecleaba con nerviosismo y canguelo propio de matador de ‘los victorinos’, para enfrentarme al libelo del tal Aróstegui. Angustiado, temeroso de que éste siguiera diciéndole a mi Vivas cobarde, melifluo, pusilánime, embaucador...

Y me entraban náuseas. Y me daba una rabia infinita. Y hasta se me escapaban gritos de desesperación que llegaron a despertar a los vecinos del segundo. Que pensaron que me estaba volviendo loco de atar. Y salía a la calle pidiendo a mis conocidos que hicieran novenas a todos los santos para que mediaran en el asunto con el fin de que cesaran tales infundios contra nuestro presidente.

Y para convencer a tales conocidos les hacía el artículo de mi Vivas. De nuestro presidente de la Ciudad. E insistía en que había que pedirle a quien correspondiese para que nos lo preservara de todo mal. Porque pasarían muchos años antes de que saliera otra persona capaz de conducirnos por los cauces de tranquilidad, bienestar y sosiego que Ceuta estaba consiguiendo con él.

Incluso estuve tentado de acudir a sitio donde hay alguien que suele echar mal de ojo por encargo. Un mal pensamiento lo tiene cualquiera. Máxime cuando estaba en juego la reputación de quien uno había elegido como ídolo. No entraba en mi cabeza que mi Vivas, quien vivía sólo y exclusivamente para que disfrutásemos de un paraíso creado por él, pudiera seguir siendo vilipendiado, ofendido gravemente: puesto en la picota de unos jueves que me causaban trastornos muy dañinos. Por pensar en lo mucho que estaría sufriendo el presidente por tantas vejaciones recibidas. Sabiendo, además, cómo le afectan a él las ofensas, los ultrajes, las insolencias...

Y allá que me ponía, raudo y veloz, aunque atenazado por la ira, a escribirle réplicas al malvado que ofendía a la persona más carismática que ha nacido en esta tierra desde que los portugueses dijeron adiós. Y mucha gente creyó que me unían a Vivas intereses materiales. Pero a mí me daba igual. Yo sólo veía por los ojos de mi presidente. Imagínense, pues, la tristeza que me ha embargado nada más enterarme de que Vivas y Aróstegui formaban una pareja de... las que hacen comedia.
 

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