Me olvido, por unos días, de la
manzana para dejar tranquilo al personal. Sé, aunque ustedes
no lo crean, que a más de uno le está doliendo la cabeza, de
tanto escribir sobre el dichoso tema. A mí también me está
doliendo, pero por todo lo contrario de lo que duelen a
otros. Incluso hay quien me ha llamado para decirme que: “me
estoy poniendo, con la manzana, más pesado que Eva para que
la mordiera Adán”.
Puede ser, no digo que no, pero todo es por evitar el
posible bocado que le puedan dar. Que ya saben lo que nos
pasó, a todos los mortales, porque Adán le dio el bocado a
la leche de la manzana. Que bien se podía haber comido un
higo chumbo y nos hubiese quedados, todos, en la “gloria”.
Todo lo que escribo, sobre la dichosa manzana de nuestras
culpas es, sencillamente, para evitar males a quienes sin
darse cuenta, ni saber lo que se están jugando, cometan el
enrome pecado de darle o intentar darle un bocadito a
semejante fruta. No van a ir al cielo.
Pues ya verán ustedes, porque siempre pasa, como hay algunos
desagradecidos que se cogen un gran cabreo con mí persona
por tratar de ayudarles y avisarles de lo qué les puede
suceder. Todos esos, no lo duden, son unos desagradecidos,
que me mirarán con malos ojos, cuando lo que deberían hacer,
en prueba de agradecimiento, es enviarme, al menos, un jamón
de pata negra y seis bellotas. Es que no lo entienden, pero
se están jugando, nada más y nada menos, que no ir al cielo
e ir derechito al… Y de allí, de ese lugar, es difícil salir
hasta no cumplir la condena impuesta por el pecado cometido.
El que avisa no es traidor.
Advierto que lo de olvidarme, unos días de la manzana, no
quiere decir, ni mucho menos, que me vaya a olvidar
totalmente de ella. De eso nada monada. Mientras no se me
den respuestas que me convenzan seguiré preguntado por
semejante fruta de la que dice, Argiñano, que tiene muchos
elementos que le van muy bien, pero que muy bien, al cuerpo
humano. Cómo será la cosa que, el famoso cocinero, “rey del
perejil”, se come una cada noche. Vamos, que se levanta de
la cama y lo primero que hace es comerse una manzana.
Teniendo en cuenta, los consejos de Argiñano, sobre las
facultades magnificas, por cierto, de la fruta par el cuerpo
humano, empiezo a entender porque hay tantos interesados en
querer comerse una manzana o, al menos, que le dejen darle
un pequeño bocadito. Pegarle un bocadito a una manzana debe
ser, como dicen, “bocata di cardinali”. Bueno de cardinales,
de obispos, de curas y de todo bicho viviente. Lo que es
bueno para nuestro cuerpo, todos estamos deseando probarlo.
¡Grande eres, Argiñano!.
Lo que tiene que ser la reluches en bicicleta, es pegarle un
bocado a una manzana que esté bendecida. Además de ser
buena, buenísima para el cuerpo, nos puede transportar o dar
el billete, con toda seguridad, para que el día que
estiremos la pata, vayamos derechito al cielo.
Hay que buscar una manzana, comprarla y buscar rápido a un
cura, para que la bendiga. Perdonen que les deje, pero me
voy a comprar una manzana y a buscar un cura que me la
bendiga. Lo tengo claro, un buen bocado e iré derecho al
cielo. Gracias, Argiñano
|