Subiendo desde la capital de la
manzana y zigzagueando a través de la antigua Ruta Imperial
del Sultán, Zeïda se ofrece con su multitud de puestecillos
(ojo con alguno no vayan a endilgarte, amigo, carne de
burrillo muerto) como un atractivo lugar para degustar una
sabrosa kefta, obviando el maloliente y triste espectáculo
de las sucias aguas que un joven río Muluya arrastra ya
desde casi su nacimiento antes de desembocar en el
Mediterráneo. Marruecos, este bello país con tantas cosas
por hacer, va a tener que despertar de inmediato a la cruda
realidad de una red fluvial contaminada, que lastrará
inevitablemente su despegue hacia un desarrollo sostenible
en el que la cantidad y calidad de las aguas representará un
factor de primer orden.
Subiendo poco a poco hacia el norte, las lagunas de montaña
conocidas como “aguelmane” se ofrecen como un fresco alto en
un camino de paisaje volcánico, antes de alcanzar las
cercanas montañas pobladas de cedros en las que aun
sobreviven manadas de monos. El paisaje entre Midelt y Azrou
sigue salpicado de negras tiendas con rebaños pastando en
los alrededores, que atestigua el poblamiento trashumante de
la etnia bereber. En las inmediaciones de Midelt, los
símbolos del “país amazigh” conviven fraternalmente con la
bandera marroquí, mientras en más de una tienda que logré
visitar el retrato del joven soberano alauí, Mohamed VI, se
hacía visiblemente presente. En claro contrate con la época
anterior, jóvenes y adultos mostraban su simpatía por el Rey
de Marruecos máxime después de su reciente visita a la
región, en la que inauguró otro pantano además de prometer
convertir Midelt en una nueva provincia (ahora englobada en
la de Mequinés-Tafilet); también fue sonada la inspección
nocturna que, prácticamente en solitario y a bordo de un
coche, emprendió el soberano alauí por la ciudad de Midelt,
yendo a ver con sus propios ojos aquellos barrios y lugares
que no se le habían mostrado en la visita oficial. Un buen
detalle que no ha pasado desapercibido a la vigilante y
mayoritaria población bereber, que te recibe con claras
muestras de simpatía tras dirigirte a ella en un
rudimentario “tamazigh” en el que uno, por cierto, se mueve
con más ánimo y desenvoltura que en el tradicional “dariya”.
Desde hace ya muchos años he podido comprobar, desde el Rif
al Atlas, lo cómodamente que trasteo con una población
amazigh de raíces étnicamente semejantes.
¿Cómo va el asunto de Sidi Ifni…? Hoy he podido saber que al
Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD, islamistas
moderados) no le faltó tiempo para, tras interpelar la
semana pasada al ministro del Interior, Chakib Benmoussa, en
el Parlamento, desplazar una delegación a la ciudad de Sidi
Ifni y desmentir que hubiera muertos y violaciones según
declaró reiteradamente Lahcen Daoudi (adjunto al secretario
general Saâd El Othmani), reputado economista al que he
tratado en varias ocasiones y del que me consta su solvencia
si bien, en un comunicado oficial del pasado día 11, el PJD
había denunciado lo obvio: “la intervención desproporcionada
y no justificada de las fuerzas del orden”. La existencia de
muertos fue cuestionada, como advertí al lector, desde el
primer momento, pero ¿dónde quedan ahora los testimonios de
las jóvenes violadas…?.
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