Se denomina síndrome de alienación parental (SAP), conocido
internacionalmente por sus siglas en inglés, (PAS) al
proceso destinado a romper el vínculo de los hijos con uno
de sus progenitores. El término fue propuesto por el doctor
en Psiquiatría Richard A. Gardner en 1985, como consecuencia
del estudio que realizó en casos de divorcios conflictivos o
destructivos. Con posterioridad, se han sucedido varios
estudios que han intentado comprobar la universalidad de los
comportamientos descritos en diversos países donde existe el
divorcio.
Se debe destacar, no obstante, que la existencia de este
síndrome algo cuestionada por los profesionales del área: de
hecho, la Organización Mundial de la Salud y la Asociación
Americana de Psicología, las dos instituciones más
importantes del mundo en términos de salud y trastornos
mentales, aún no reconocen su existencia. Pero se estima que
lo harán en un tiempo próximo.
Características Básicas
Habitualmente es un fenómeno desencadenado por uno de los
progenitores respecto al otro; del mismo modo que no
necesariamente se desencadena por divorcio o separación,
también puede ser provocado por una persona distinta del
custodio del menor (nueva pareja, abuelos, tíos, etc.)
también se han observado casos dentro de parejas que
mantienen su vínculo, aunque son menos frecuentes.
Gardner distingue tres grados de SAP: leve, moderado y
agudo, aconsejando diversas formas de acción para cada uno
de ellos y destacando la importancia de distinguir en qué
caso se está actuando.
Actualmente existe mucha información sobre este fenómeno, lo
cual ha creado legislación sobre la materia en diversos
países, siendo incluido en los Códigos Civiles de diversos
estados de EE. UU. y México. El Tribunal Europeo de Derechos
Humanos de Estrasburgo lo recoge igualmente en diversas
sentencias sobre temas de familia.
Es característico que los hijos estén involucrados en el
proceso de deterioro, hecho que logra provocar el progenitor
alienador mediante un mensaje y un programa constituyendo lo
que normalmente se denomina “lavado de cerebro”. Los hijos
que sufren este síndrome, desarrollan un odio patológico e
injustificado hacia el progenitor alienado que tiene
consecuencias devastadoras en el desarrollo físico y
psicológico de éstos. Consecuentemente el síndrome afecta
también a familiares del progenitor alienado como son:
abuelos, tíos, primos, etc. Otras veces, sin llegar a sentir
odio, el SAP provoca en el niño/a un deterioro de la imagen
que tiene del parental alienado, resultando de mucho menos
valor sentimental o social que la que cualquier niño tiene y
necesita de sus progenitores: “el niño/a no se siente
orgulloso de su padre/madre como los demás niños”. Esta
forma más sutil, que se servirá de la omisión-negación de
todo lo referente a la persona alienada, no producirá daños
físicos en los menores, pero sí en su desarrollo psicológico
a largo plazo, cuando en la edad adulta ejerzan su papel de
progenitores. El síndrome de alienación parental está
considerado como una forma de maltrato infantil. Existen
antecedentes en los que la Justicia ha actuado penalmente
contra dicho maltrato, que generalmente es causado por
madres separadas movidas por el despecho o venganza hacia el
otro progenitor. Sin embargo existe todavía una gran
resistencia a tomar medidas impopulares por parte de los
jueces en parte por la visión tradicional y sexista de que
la madre garantiza siempre una mejor educación y en parte
por la presión mediática que puede ver en decisiones en
contra de los progenitores femeninos una discriminación
sexista.
Signos de Alerta
Según especialistas en la materia, algunos indicadores
típicos que permitirían detectar síntomas de aplicación del
Síndrome de Alienación Parental son los siguientes:
- Impedimento por parte de uno de los progenitores a que el
otro progenitor ejerza el derecho de convivencia con sus
hijos.
- Desvalorizar e insultar al otro progenitor en presencia
del hijo, aludiendo cuestiones de pareja que no tienen nada
que ver con el vínculo parental.
- Implicar al propio entorno familiar y a los amigos en los
ataques al excónyuge.
- Subestimar o ridiculizar los sentimientos de los niños
hacia el otro progenitor.
- Incentivar o premiar la conducta despectiva y de rechazo
hacia el otro progenitor (basta con que los niños vean que
esa actitud hace feliz a la madre o al padre, para ofrecer
su dolor y así reconfortar al adulto alienador).
- Influir en los niños con mentiras sobre el otro llegando a
asustarlos. En los niños se puede detectar cuando éstos no
pueden dar razones o dan explicaciones absurdas e
incoherentes para justificar el rechazo; y también si
utilizan frases o palabras impropias de su edad o llegando
incluso a recordar y mencionar situaciones que no han
sucedido.
Consecuencias sobre los niños y padres alienados
Los niños que sufren este maltrato quedan totalmente
indefensos e incapacitados para ayudarse a sí mismos. Sólo
pueden esperar que los adultos lleguen a resolver el
problema para liberarse de esta pesadilla. Si el problema
entre los adultos no se resuelve, el niño queda abandonado y
crece con pensamientos disfuncionales. No es únicamente
cuestión de que el niño pueda no llegar jamás a establecer
relaciones positivas con el padre/madre alejado, sino que
sus propios procesos de razonamiento han sido interrumpidos,
coaccionados y dirigidos hacia patrones patológicos. Los
menores que sufren esto, relacionan sus frustraciones con
los pensamientos o recuerdos asociados al progenitor
alienado, y por tanto desarrollan conforme van creciendo,
una tendencia a proyectar toda su negatividad psicológica
sobre la imagen que tienen de tal progenitor, lo que termina
por destruir tal imagen y a la larga la relación. Para ello,
el progenitor alienante, saca a colación la persona del
alienado, sólo en los momentos en que el menor sufre alguna
frustración; lo hacen sistemáticamente, es decir, en todas
las ocasiones posibles antes explicadas, al tiempo que
omiten toda referencia a la misma persona, sistemáticamente
en todos los momentos en que el niño esté de buen ánimo.
Esta polarización de frustraciones que asocia toda la
negatividad mental del menor con su progenitor alienado o su
imagen, es dirigida por manipulación consciente del
alienante, sirviéndose de su prevalencia sobre el niño/niña.
Este no podrá comprender esta circunstancia, ni llegará a
racionalizarla para superarlo y no actuar bajo su influjo,
ni llegará a ver clara su trascendencia biográfica, aunque
se le explicase y demostrase con hechos y datos, y con
razonamientos objetivos y lógicos, incluso por terceras
personas imparciales, hasta una edad adulta muy avanzada. Se
ha aceptado ampliamente que los patrones de maltrato o abuso
físico no podrán ser desarraigados hasta que el sujeto no
realice una elección consciente, así encontramos que los
patrones de abuso emocional y psicológico serán transmitidos
también de una generación a otra.
Los padres y madres que, literalmente, han perdido a sus
hijos/as en los casos más severos del síndrome, sienten como
si éstos hubieran muerto. El progenitor se resiente por la
pérdida de sus seres queridos. Si los tribunales de justicia
no intervienen, las madres y padres alienados no tienen
ninguna oportunidad, pero siguen amando y recordando, desde
la distancia, a sus hijos. El progenitor alienado compara su
pesar al producido por la muerte de un hijo/a. La única
esperanza es que algún día, alguien, se acerque a sus hijos
y les explique lo patológico de lo sucedido y que los niños,
voluntariamente, comiencen a reconstruir una relación con su
padre/madre perdido.
Lavado de cerebro, programación mental, manipulación,
cualquiera de éstos términos con el cual se llamase a este
proceso, es destructivo para el niño y para el padre/madre
alienado/a. Ninguno de los dos podrá ser capaz de llevar una
vida normal y saludable a menos que el maltrato sea
interrumpido.
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