Hace años, un tal Robin Dunbar,
profesor de antropología biológica del University College de
Londres, aseguraba que el cotilleo es una actividad
universal a la que se entregan hasta las personas más serias
y que se ejercita hasta en los lugares más circunspectos.
Incluso refería que la sabihonda ciencia empezaba a
sospechar que el cotilleo es uno de los pilares de la salud
social, esa tercera variable en discordia de la ecuación de
la salud, junto con el bienestar físico y mental. Sí, parece
ser que hablar bien o mal de terceras personas es un
pasatiempo de lo más razonable y saludable.
Ya lo dijo Oscar Wilde en ‘El retrato de Dorian Gray’:
“¡Los cotilleos son encantadores! La historia es un mero
cotilleo”. Los cotilleos de este principio de semana han
estado centrados en el presidente de la Ciudad. ¿Quién, si
no, con más posibilidades de focalizar las conversaciones
por gusto sobre pequeñas faltas de alguien o contar cosas
que afectan a otros?
Juan Vivas es un presidente acaparador. Está en todas
partes. Pisa los terrenos de la popularidad a tiempo
completo y no permite que nadie le quite ese sitio donde él
se mueve como un auténtico campeón. Me gustaría verle
competir en tal especialidad con Pedro Rodríguez:
alcalde de Huelva y con derecho ganado a pulso de ser tenido
por un tipo cojonudo.
Pero esa forma de comportarse de Vivas y Rodríguez, tan
celebrada como llaneza, campechanía, espontaneidad, etc., si
no se tiene bien controlado el sentido de la medida, puede
convertir en esperpento a quienes buscan con ahínco ganarse
el cariño de la gente por medio de hechos populistas.
Vivas es querido y apreciado por sus convecinos, de forma
mayoritaria; lo cual es axioma. Pero haría muy bien en no
creerse que practicar el populismo por sistema es la mejor
manera de mantener ese afecto y ese respeto que se ha ganado
desde que tomara posesión de la presidencia de la Ciudad.
Todos sabemos que al presidente le encanta estar entre la
gente disfrutando de los festejos tradicionales y sobre todo
compartiendo con los aficionados los espectáculos
deportivos. Mas, como bien decía antes, esa presencia por
sistema en todos los acontecimientos, -y saraos con
pretensiones de ser hechos relevantes-, en cuanto se pasa de
la raya está abocada a convertirse en demagogia.
Decía antes que el chismorreo de esta semana ha tenido como
protagonista a Juan Vivas. Y ha sido así por su actuación en
el campo del Gerona. Y creo que ese cotillear referido al
presidente es necesario porque puede servirle para que él
analice si no se dejó llevar por la emoción del momento y
dio pasos que, quizá, nunca debió haber dado.
En ocasiones, estimado presidente, le convendría tener cerca
un bufón que con talante subversivo se atreviera a decirle
que todo tiene un límite. Con el único fin de que usted, que
siempre hizo de la prudencia valor incuestionable y huyó del
sentido del ridículo como los bañistas huyen de las medusas,
se percate de que su apasionamiento en el estadio de
Montilivi, fue improcedente y todo un regalo para la
oposición. A no ser que usted haya hecho suya la frase
siguiente: “Detesto saber lo que dicen a mis espaldas. Me
hacer ser aún más arrogante”.
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