Leo un resumen de las
declaraciones que Jenaro García-Arreciado ha hecho al
diario Huelva Información. Y me quedo con lo que el onubense
ha dicho sobre sus dos años vividos en Ceuta: “Ha sido una
experiencia única”. Y asegura que él era responsable de
todo: ese todo significa además que el delegado del Gobierno
controla 4.500 funcionarios y ha de estar al tanto de cuanto
acontece en una institución formada por 3.500 militares.
García-Arreciado ha querido que sus paisanos sepan que él ha
ocupado un cargo de mucho relieve. Que ser delegado del
Gobierno en Ceuta no tiene nada que ver con serlo en otra
parte. Y me parece muy bien que haya presumido de haber
aprendido en esta tierra lo que no está en los escritos. Una
tierra que, según él, está viviendo un estado anterior al
estado de las autonomías.
Pero lo que más me ha gustado es que considere que Ceuta es
una burbuja en el tiempo. Su burbuja durante dos años y que
comenzó a echar de menos en cuanto le obligaron a salir de
ella y se topó con la realidad de la vida peninsular. Lo
cual demuestra que Ceuta ha dejado una huella indeleble en
el político de Onuba. Y hasta estoy convencido de que éste
siempre estará presto a levantar la voz en defensa de todas
las causas justas, reivindicadas por los ceutíes.
Mas lo verdaderamente importante, al margen de la nostalgia
que ha aflorado en el ex delegado del Gobierno, es el
acierto que ha tenido al afirmar que en esta ciudad se
desarrolla el sexto sentido. Que se aprende a darle mucha
importancia a la intuición y a dejarse llevar por el olfato.
Cierto que el sexto sentido funciona mejor cuando se tiene
mucha información o bien conoce uno al dedillo la
idiosincracia de la ciudad.
En realidad, lo que ha dicho García-Arreciado es que pobre
de los cargos que lleguen a Ceuta con poca o ninguna
facilidad para percatarse de ciertas cosas al primer golpe
de vista. Que aquí no vale razonar en según qué asuntos ni
dar explicaciones de ellos, como se haría en otros lugares.
Y, desde luego, ha estado genial cuando ha hablado de lo
importante que es actuar, en bastantes ocasiones, para salir
del paso aunque haya que dejar a un lado lo que
verdaderamente urge.
En este apartado, me van a permitir que les diga que el
presidente de la Ciudad es un maestro. Conoce también a sus
paisanos que es capaz de sacarle rendimiento incluso a sus
errores. Que los tiene, por supuesto; de lo contrario
estaríamos hablando de alguien que no pertenece a este
mundo.
Ha sido capaz en pocos días de decirnos que ya no habrá
traslado del Mercado Central de Abastos a la Manzana del
Revellín, por más que a él le siga gustando ese sitio más
que ningún otro, y ha destacado la plaza Vieja como el sitio
ideal para convertirlo en un mercado moderno. Y la gente
dijo amén. Máxime cuando estaba pendiente del más que
posible ascenso de la Asociación Deportiva Ceuta. Algo que,
de haberse producido, habría sido una especie de bálsamo de
María en todos los aspectos.
No obstante, como uno también tiene mucho olfato, se
permitió decir, días atrás y contra pronóstico, que no sería
nada extraño que la idea de trasladar el mercado a la
manzana volviera a ponerse de actualidad. De momento, ya han
empezado los hombres del presidente a propagar los
inconvenientes que reúne la plaza Vieja para poder albergar
el tan reseñado mercado. Por algo se empieza.
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