Dicen que el gasóleo marroquí no
es de igual calidad que el de Ceuta, puede ser, pero qué voy
a decirles, con 500 dirhams acabo de llenar el depósito y a
una prudente velocidad de crucero tengo para unos 650 kms;
en Pola de Lena, saliendo de Asturias hace poco más de un
mes, la misma operación me costó 80 euros del ala y si fuera
al día de hoy tiemblo… Sobre el precio del yantar que me
acabo de pegar en el cruce de Dardala, camino del Atlas,
cierro el pico para no darles sana envidia… No paro de
decírselo a unos y otros por estas tierras maghrebíes,
cuando me confían su intención de emigrar a cualquier lugar
de Europa: “Estáis locos jais, ¿a dónde decís que pensáis
ir…?”. Luego les adelanto los planes del amigo “Sapatero”
(parece que ya no tan amigo como antes, pero bueno…) sobre
la emigración ilegal emboscada en España y, en el caso que
nos ocupa, su idea de devolver a unos 200.000 marroquíes a
su lugar de procedencia (sobre el 40% de los efectivos sin
papeles procedentes de éste país) y flipan… Si continúo con
Sarkozy y Berlusconi, ¡uf!, llanto y crujir de dientes:
“Jais, Europa está empezando a reaccionar y las cosas no
volverán a ser como antes”.
Si sale a relucir el terrorismo islamista (¿conocen ustedes
otro término…?), entonces me lanzo: dos atentados más como
el 11-M en Madrid o el sufrido en Londres, que cualquier día
de éstos pueden padecer por ejemplo Roma o París y se acabó
el rollito de la interculturalidad, la multiculturalidad y
otros inventos políticamente correctos… pero que a la hora
de la verdad no funcionan, porque las relaciones
socioreligiosas son asimétricas, es decir, el régimen de
libertades pactado en Europa y consagrado en la Constitución
está pensado para quienes respetan las reglas del juego y
-llamo la atención de mis oyentes sobre el particular-,
queridos “jais”, vosotros soléis jugar de otra forma:
imponéis “guetos”, buscáis “liberar espacios islámicos” en
barrios o playas, sois excluyentes… Y eso va a acabarse:
como ciudadanos en pie de igualdad con los demás,
bienvenidos, pero eso de cambiar e imponer normas desde la
base para, islamizándola, intentar dar luego el golpe, ni de
coña. Ya ve el lector que soy prudente, no mento la bicha en
Ceuta porque -según dice la propaganda oficial- es la
“Ciudad de las Cuatro Culturas”. ¿Seguro…? ¡Pero si nadie se
lo cree…! En Ceuta hay un racismo soterrado a varias bandas,
problemas de convivencia objetivos y sangrantes, pero que no
suele haber valor y la honestidad para sacarlos a la luz
limpiamente, sin demagogias étnicas. Yo mismo sentí días
pasados en mis carnes expresiones racistas por parte de dos
funcionarias de medio pelo (¿cristianas, saben?: una
“caballa” y la otra “peninsular”), al confundirme con un
“moro” (¿por qué sería?). Sonreí y tome nota, ya caerán…
¡porque no pienso pasar ni una en ninguna dirección!.
Aunque el sol aprieta, una brisilla procedente de la cercana
montaña refresca el ambiente. Con un mínimo no se vive mal
en Marruecos, pero nada mal, diría que estupendamente tal y
como están poniéndose las cosas en España. Ya lo digo al
principio, parafraseando el título de aquella película de
Alfredo Landa: “¡Vente para Alemania, Pepe!”. ¿Alemania…?
¡Qué coño!: Marruecos, Pepe, ¡Marruecos!. “¿Cómo…?” En
patera Pepe, ¡en patera…!
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