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OPINIÓN - SÁBADO, 14 DE JUNIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

El presidente es desmemoriado
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Los nuevos líderes políticos suelen surgir de la nada y llegan en el momento oportuno. Juan Vivas es un buen ejemplo de lo dicho. Surgió de la nada política, por necesidades... Y dos años más tarde se llevó a la gente de calle en las urnas. Destacó por su cara de buena persona, por su llaneza, y porque supo vender muy bien lo que sabe.

La Manzana del Revellín fue el mayor problema que se encontró Vivas nada más asumir la presidencia por un voto de censura al GIL. Y lo fue por dos razones fundamentales. La primera, porque había una minoría que no le tragaba y empezó a propalar que su acceso a la presidencia había sido pactado a cambio de que alguien se lo llevara calentito del inmueble. Lo cual le hizo el daño lógico a quien llegó al cargo con muchas dudas y encima se sentía mirado con lupa por los prebostes de Génova. La segunda consistió en que el edificio diseñado por Alvaro Siza no era idea suya y le costaba trabajo asumir la obra pensada por otros.

Pero el presidente, aparte de lo que sepa, que no debe ser poco, sabe además que la vida es un juego de apariencias y pensó que acabar con la idea del espacio cultural no sería bien visto ni siquiera por quienes se habían rendido a su forma de ser y hacían loas de su persona a cada paso. Así, con la frialdad que le caracteriza, Vivas aguantó estoicamente los problemas judiciales que la manzana iba acumulando. No estaba urgido por nada. Porque él había maquinado ya que la Manzana del Revellín tenía que estar sometida a su proyecto: El del trasladar el Mercado Central de Abastos a los bajos del complejo cultural y hacer del soterramiento su legado a la ciudad.

Con lo cual mataba de un tiro dos pájaros. Prevalecía su proyecto sobre el primero y encima le servía el segundo para poder financiar la costosa obra cultural heredada. Por medio del método alemán. Y aprovechó su momento estelar -aún está en loor de multitud-, tal vez confiado en que la política es el arte de hacer las cosas en la época en que las circunstancias sean favorables. Fue entonces, creyendo que lo tenía todo atado y bien atado, cuando reunió a todos los que tuvo que reunir y les dio las instrucciones debidas para que se pusieran a trabajar en su gran proyecto. Y hasta convenció al representante de la empresa de la manzana para que hiciera las gestiones necesarias a fin de que los bajos de ésta recibieran el traslado del mercado.

Durante un tiempo, el presidente de la Ciudad no se paró en barras y logro entusiasmar a mucha gente con un proyecto que le venía que ni pintiparado al denso tráfico existente en el centro y hasta consiguió ilusionarla anunciando que se lograrían unos espacios libres en la plaza de la Constitución, que iban a ser la alegría de esta tierra. Y se perdió. Porque ya había personajes emboscados y dispuestos a tirarle abajo su obra faraónica, aprovechándose de las lagunas existentes. Metedura de pata impropia en alguien que siempre se distinguió por ser más que prudente.

Ahora, cuando le ha tocado recoger velas, sería muy saludable para el presidente no insistir en que los suyos han tenido siempre las manos limpias y la conciencia tranquila. Pues a él la gente lo tiene todavía apartado de los albañales donde desaguan las aguas residuales de la corrupción. Y sí debería ser más agradecido con quienes le ayudaron cuando Aróstegui le sublevaba al personal.
 

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