Ha sido el campanazo con el que ha
terminado la feria de San Isidro de 2008.
No había estado en la feria, propiamente dicha, y sí estuvo
en esa prolongación que han denominado la Feria del
Aniversario.
Y ahí estuvo el torero, el único, o casi el único, de los de
verdad, de los que ha dejado los “pases de engañabobos” para
colocarse en el sitio justo, para arriesgar y correr
peligro, para estar en el sitio de la verdad y para
desenmascarar a muchas figuritas que sólo se arriman a la
hora de cobrar.
Es posible que el público de estos días haya variado
ligeramente del público de la feria de verdad, pero por
mucha benevolencia que haya en los que sacaron sus entradas,
esas cuatro orejas no deben ser un regalo, ni mucho menos,
como no eran un regalo especial, envueltos en papel de
celofán, los toros de Victoriano del Río.
Con actuaciones como la de José Tomás la fiesta de los toros
no sólo no decae, sino que va a más, cada día sube un
escalón y ni siquiera los precios de la reventa – porque el
papel se había terminado en las taquillas- hasta 600€ por
una entrada de tendido alto, ni siquiera eso permitió que
hubiera huecos en los tendidos.
Es cierto que, a partir de ahora, cada día de festejo, todos
los domingos, en Madrid, habrá mucho cemento y muchos
turistas japoneses que se van al tercer toro, pero si la
empresa, con esa idea de aportar más dividendos, tuviera la
buena ocurrencia de repetir festejos de este tipo, es
posible que, también, en agosto se viera el aforo cubierto
en su totalidad.
Lo que no cubre ni el 16% del aforo es un cartel de
compromiso, de relleno en un domingo de agosto o de julio,
cuando medio Madrid se ha ido de vacaciones. Sin embargo,
carteles serios, como los de la propia feria de San Isidro y
con ganado de lo que es propio de Madrid, darían a las
Ventas la entrada que todo empresario quiere ver: lleno
hasta la bandera. Eso, repito, haciendo de la plaza un lugar
serio, durante toda la temporada.
Y el problema, a partir de ahora, va a venir para todos los
demás empresarios, no para Madrid. Cualquier empresa, desde
Pamplona hasta Jaén, pasando por Santander, Bilbao,
Salamanca, Valladolid o Zaragoza, que en sus carteles
incluya al de Galapagar tendrá asegurado el lleno, pero sus
emolumentos tan elevados le harán poner unos precios que no
van a estar al alcance de todos los bolsillos. Aquí va a
estar el verdadero problema, con la primera figura, y aquí
va a estar el problema también si en una feria de prestigio
no va José Tomás.
Con José Tomás, a partir de ahora, vendrán las ilusiones y
más de una decepción el día que no esté a su altura.
Actores de este tipo estaban haciendo falta a la fiesta,
para que más de un farsante, que va prolongando su estancia
en los ruedos y viviendo de las rentas, vaya haciendo las
maletas o se arrime con lo que eso le va a significar. Va a
servir, también, para que los que quieren llegar a todo no
cometan la osadía de los vetos, por miedo a no dar la talla.
En los últimos tiempos hemos visto “éxitos” de gente que no
daba dos muletazos seguidos sin “meter el pico”, desde ahora
esos engañabobos, con los toros tontos y manipulados van a
tener dos opciones, o entrar con lo que haya, también con
corridas duras, o marcharse a su casa. El querer, saber y
poder debería ser la regla fija desde ahora, para la
tauromaquia de verdad.
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