Pregunta.- ¿Qué le une a Ceuta que le empuja a
venir tan a menudo?
Respuesta.- Yo nací en Sevilla en el año 1929 y tuve la
grandísima suerte de que mi padre era íntimo amigo de José
Millán-Astray. Esta honorable personalidad visitaba mi casa
en Sevilla cada cierto tiempo y, ahí, tomé contacto con él.
Mi padre le dijo algó así como: “Mi general, a mí me
gustaría que mi hijo fuera legionario”. Un año más tarde, en
el 45, Millán-Astray me trajo a Ceuta casi de la mano y me
hice voluntario en la Legión, concretamente en la Cuarta
Bandera de García Aldave.
P.- ¿Cuánto tiempo anduvo por Ceuta?
R.- Estuve dos años, hasta que mi padre reclamó mi vuelta a
casa. Y es que tomar la decisión de venir a la ciudad como
legionario me deparó un tortazo por parte de mi padre, que
en realidad no quería que yo ingresara en la Legión por la
mala fama que tenía este colectivo en ese momento. Al final
terminé haciendo el servicio militar como soldado raso, al
tercer año como alférez provisional de complemento y nada
más. Y en ese momento, allá por el año 48, empecé el
periodismo cuando tenía 19 años y, concretamente, en la
radio, que es el medio que más me gusta. Primero pasé por
Radio Nacional de España y, pocos años más tarde en la SER,
que en ese momento se llamaba Radio Madrid. Luego me hice
periodista en Buenos Aires con el carné correspondiente, y,
más tarde, en México, donde también tengo el carné de
profesional.
P.- Fue profesor en este ámbito, ¿no es cierto?
R.- Fui profesor de la Escuela Oficial de Periodismo, en la
calle madrileña de Zurbarán, número 55. Allí fui profesor de
la asignatura ‘Arte y confección de un periódico’, mi
materia principal en la escuela, y compartía la materia de
Teatro leído con Ernesto Giménez Caballero, ideólogo,
político y profesor español, nacido en Madrid el 2 de agosto
de 1899, y que más tarde sería embajador de España en
Paraguay en la época de Alfredo Stroessner, que llegó al
poder por golpe de estado el 4 de mayo de 1954.
P.- Me imagino que, en su etapa de la radio, coincidiría con
grandes figuras del periodismo.
R.- En Radio Madrid (la actual SER), coincidí con Pedro
Pablo Ayuso en los años cuarenta, Eduardo La Cueva y el
popular periodista radiofónico de origen chileno Boby
Deglané -famoso por sus locuciones de lucha libre-, que
falleció en Madrid en 1983 y que fue mi maestro. Llegó a
España casi finalizada la Guerra Civil, provocada por la II
República del 14 de abril de 1931. Y él quiso que yo fuera
su alumno predilecto en Radio Madrid, que en ese momento
tenía sus instalaciones en la Gran Vía madrileña. Para mí un
profundo pesar que lo despidieran de la radio, alegando que
había matado a una niña pequeña, cosa que era rotundamente
incierta.
P.- ¿Y a qué se debió esta determinación de expulsar
injustamente a Deglané de la radio?
R.- Eso fue una canallada de la envidia española y que, como
dijo el profesor de Literatura Guillermo Matía Plaja, “para
España no hay siete pecados capitales, sino sólo uno... la
envidia”.
P.- Siguiendo con su perfil de profesional de los medios,
aún hay una cosa que no nos ha contado, ¿no?
R.- Fundé la Academia de Periodismo en la calle Malasaña de
Madrid, en la esquina de Fuencarral, en un momento en que el
cuarto año de esta carrera universitaria no se podía en
cualquier otro lugar de España que no fuera en la capital de
España.
P.- Vivió la cuna del periodismo en España y, ahora,
comentan que es Vd. un voraz lector de prensa. ¿Se puede
hablar de un paralelismo entre el periodismo de posguerra y
el actual?
R.- No son lo mismo para nada en absoluto. Bajo mi punto de
vista, el periodismo en España se ha empobrecido de una
forma increíble. Empleo esta palabra porque, opino, es la
única en castellano que puede dar una idea real sobre lo que
hacen los medios de comunicación actualmente. Hay gente muy
capaz y válida para hacer buen periodismo pero,
desgraciadamente, lo que vende ejemplares hoy día es el
escándalo que se ve en portadas y televisión.
P.- ¿Qué necesita el periodismo para salir de este
atolladero?
R.- La verdad, no sé donde está la clave. Sólo sé que lo que
ha de tener el periodismo para, según mi punto de vista,
llamarse de esta forma. Y son tres condiciones: estrujar la
realidad para dar al lector las 5 W anglosajonas más la
castellana (qué, quién, dónde, cuándo, por qué y cómo); las
siguientes son educar, que es una responsabilidad absoluta
del periodista y, además, entretener y llamar la atención.
En adición a esto, es necesario investigar la realidad y
contrastar lo que dicen las fuentes para evitar que nos
conviertan a los periodistas en voceros de lo que quieren
que se diga de ellas o un mensaje interesado.
P.- Sin embargo, Vd. ejerció esta profesión en un momento
difícil para hablar con libertad de determinados temas.
Muchos profesionales hablan sobre la censura informativa del
régimen franquista.
R.- Ese es un tema que se ha tergiversado mucho. Se ha
mentido bastante sobre la censura, que en aquel entonces no
era más que una censura de respeto. Se trataba de tener un
juicio absolutamente conocido, contrastado y balanceado
antes de emitir ante la opinión pública. En contrario, se
daba lugar a lo que antes hablábamos, en el morbo, en el
escándalo y en el espectáculo. Antes había que buscar
también la originalidad y la novedad, pero siempre se
anteponía la verdad.
P.-Tengo entendido que también se dedicó a dirigir algún
medio de comunicación, ¿no es así?
R.-Eso es. Fui editor de las revistas Reino, Círculo,
Crónica de Andalucía, Soledad y Diablas. Ésta última fui la
primera revista que se publicó en España en color, y le
hablo del año 51.
P.- Debido a que su relación con los medios alcanzó la
década de los sesenta, seguramente tuvo algún tipo de
encuentro con el ministro de Información y Turismo del
régimen entre 1962 y 1969, Manuel Fraga.
R.- El señor Fraga es amigo mío. Él fue quien me acompañó al
Prado para conocer al general Franco. Manolo y yo somos muy
buenos amigos y hablamos mucho en aquella época. Pero no
mucho sobre política, porque yo he sido un animal apolítico
a lo largo de toda mi vida. Sin embargo, me unía una
entrañable amistad con Manolo y con don Francisco, el
general Franco, hasta que tuvo un pequeño roce y, entonces,
a él lo mandaron de embajador a Londres. Ése fue el último
cargo público que tuvo con el general Franco.
P.- Ha conocido prácticamente medio mundo. Si tuviera que
elegir residencia habitual en algún lugar...
R.- Tengo que citar tres, no puedo decantarme sólo por uno.
Primero, en Sevilla, que es la ciudad donde nací. Segundo,
en Buenos Aires, que es el lugar en que vivo tres meses al
año. Y, por último, Ceuta.
P.- ¿Y por qué en este orden?
R.- Los dos primeros lugares son para mí prácticamente el
cielo. Pero Ceuta es, para mí, mi paraíso particular. Así se
lo dije una vez al general Yagüe hijo, que me preguntó por
qué dejé la Legión. Yo le contesté que tenía que estudiar en
Madrid por orden de mi padre. Pero yo, desde mis adentros,
siempre soñé con pertenecer a la Legión en Ceuta. Me queda
el consuelo de ser galardona hace quince años con la mención
de Caballero Legionario de Honor.
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