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OPINIÓN - SÁBADO, 7 DE JUNIO DE 2008

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Día uno de agosto, seis españoles tratan de meter sus maletas de cartón piedra en el maletero del coche alquilado, entre los seis a escote, para volver a España a pasar la vacaciones, después de un duro trabajo de todo un año. Atrás se quedaron, en tierras alemanas, muchísimos españoles, sobre todos los casados con hijos, que no se podían permitir el lujo de volver a casa a pasar unos días de descanso.

Las bromas y las risas, entre los seis, mientras trataban de acomodar las maletas de cartón piedra, que tenían la fea costumbre, al menor descuido, pegarte en las espinillas, hacía que los transeúntes mirasen de reojo al ver aquellas risas. A fin de cuenta, nada de extrañar, eran españoles.

El coche era un Ford de la época de los romanos, con más kilómetros que el baúl de la Piquer. Pero era lo que había dentro de sus posibilidades económicas y, por supuesto, sabiendo que tenían que atravesar media Alemania y toda Francia para llegar a la frontera española.

Toda la ilusión se centraba, en llegar a Irun y respirar los aires de España. Nadie sabe le olor especial que tiene el aire de España, hasta que nos estás en el extranjero y, después de mucho tiempo, se vuelve a pisar suelo español.

La tartana, porque aquello más que un coche era una tartana, se puso en marcha, entre bromas, risas y rogando a todos los santos que no se parase ni tuviesen mucho que empujar. Y si se paraba, al menos que fuese en un aérea de descanso, de esas que habían puesto a lo largo de toda la ruta, para los obreros españoles que regresaban a casa.

Una aérea de descanso, donde aquellos seis trabajadores se podían asear, después de recorrer muchos kilómetros, coger fuerzas y si era necesario ser atendido por un médico caso de encontrarse con alguna molestia. El idioma era lo de menos, en el aérea de descanso siempre había un intérprete presto a dar la ayuda necesaria.

Por fin llegaron a la frontera francesa y el coche seguía respondiendo a la perfección. Seguro que si alguien le diese por preguntarles a sus ocupantes, sobre le vehículo, hubiesen contestado “es alemán”. Y ya se sabe que a un coche alemán, no hay un dios que lo parta.

Parada obligada en otra aérea de descanso, donde uno de los seis españoles tuvo que se atendido por le médico debido a unos fuertes dolores de cabeza producido, al parecer, por las fuertes temperaturas que durante más hora que un reloj había pasado dentro del coche.

Por fin atravesaron la frontera y llegaron a España, dispuestos a comerse una tortilla de patatas. Tras las correspondientes paradas en algunas aéreas de descanso, dos se quedaron en Vigo, otros dos en Madrid y los dos restantes rumbo a Algeciras para embarcar hacia Ceuta final del camino. Un camino que habría de hacerse a la inversa después de quince días.

Alguien me despertó, Todo había sido un sueño. Jamás existieron aéreas de descanso, ni médicos. Sólo había, en la calle, un Ford.
 

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