Parecía más largo que nunca el
invierno que, por fin, parece que ha desaparecido.
Y, naturalmente, tenía que parecer largo, porque desde que
comenzó el frío, antes de que terminara el mes de noviembre,
todo lo que hemos tenido ha sido un invierno prolongado, sin
dejar asomar, para nada, la primavera.
Al final, y en un santiamén se ha pasado de esos días
nublados y con mucha oscuridad a días ya claros y con calor,
con lo que, sin saber por qué, la primavera se la comió todo
un tiempo que, no sabemos por qué, va cambiando cada año un
poco más.
Cada época, entre los hombres, tiene sentido o tiene más
influencia alguna corriente, y la corriente que repiquetea,
ahora más que nunca, es esa del calentamiento de la tierra,
que parece que va haciendo cambiar el tiempo. He dicho que
“parece”.
Particularmente, y desde cualquier perspectiva científica,
me siento incapacitado para analizar y profundizar en esa
materia, porque la base de mi formación no está,
precisamente, en la Física, la Biología, o la influencia de
cualquier aspecto, en la climatología.
Pero lo que sí puedo decir es que, histórica y
científicamente, nadie ha demostrado que las grandes
glaciaciones y los cambios climáticos con sus corrientes y
migraciones, se hayan producido en un espacio de 10 o 25
años. Eso no ha existido así, y no hay razón que nos pueda
convencer que ahora la naturaleza vaya a ir por otros
derroteros.
Mi generación está viviendo el mismo proceso,
climatológicamente hablando, que vivió la generación de mis
padres y de mis abuelos. Con casos como el de este año, de
un mes de febrero infame, sin apenas ver el sol, o un mes de
mayo, a veces, muy lluvioso, tras una sequía de muchos meses
anteriores, ya nos hemos encontrado alguna vez. Por
consiguiente, eso del cambio climático sí, pero con el
tiempo preciso, no a toda velocidad, como parece que quieren
analizarlo muchos de los llamados científicos.
Y volviendo a lo que ha sido falta de primavera este año,
nos ha hecho que cuando ahora, llevamos tres días seguidos
en los que apareció el sol, precisamente en los finales de
lo que ha sido un curso académico, el despiste sea un poco
más grande, puesto que eso de los exámenes siempre aparecía
alejado del mal tiempo, casi invernal, y en esta ocasión ha
sido en un abrir y cerrar de ojos, sin tiempo, me decía una
alumna, para haber preparado bien los últimos exámenes. Aquí
las justificaciones salen por cualquier parte.
¿A caso tiene algo que ver el buen o mal tiempo con unos
exámenes? Esta fue mi pregunta, a lo que me respondió:” no
es eso, pero yo siempre he vivido ese mal tiempo alejado del
final de curso y en esta ocasión todo ha sido distinto”. A
lo mejor hubiera necesitado esta jovencita otro mes más.
Distinto o igual, según como se mire, lo cierto es que
entramos ya en una semana en la que la palabra examen lo va
a ser todo para muchas familias y aparecerá esta palabra
desde “las tostadas” de por la mañana, hasta el postre de
por la noche, sin dejar de estar presente en el almuerzo o
en la “merendilla” que dirían muchos en Extremadura.
Es la vida de los estudiantes, con buen o mal tiempo, con
frío o calor y todo, en busca de unas calificaciones
positivas que, en teoría, es la justificación de lo que han
hecho durante una serie de meses, desde otoño hasta verano.
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