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OPINIÓN - JUEVES, 5 DE JUNIO DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

Fernández Chacón: un vecino más de Ceuta
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Acabo por segunda vez de tener la oportunidad de saludar, ésta vez en la sede de “El Pueblo”, al Delegado del Gobierno en la Ciudad (Autónoma) José Fernández Chacón, quien ayer acudió en visita protocolaria a visitar las instalaciones y departir con el editor del medio, José Antonio Muñoz, ésta vez sin la presencia de su amable y carismática esposa, Inmaculada Meni. Recuerdo con agrado el encuentro durante el acto oficial en la Delegación, el pasado 8 de mayo y que glosé en esta columna al día siguiente: tras estrechar sus manos saliendo del despacho oficial ya investido de su nuevo cargo, justo detrás suyo una mujer armada con una cálida y generosa sonrisa se presenta: “Soy Inmaculada”. Naturalmente la saludo con presteza, poniéndome firme e inclinando ligeramente el cuerpo hacia delante tal y como marcan los cánones pues, como intuye el lector, soy un hombre a la antigua que aun tiene por costumbre mandar flores… No digo que Fernández Chacón sea un gran hombre, pero sí puedo asegurar que tiene detrás de él a una gran mujer, cuya simpatía y saber estar no deja indiferente a nadie, como ya saben muchos ceutíes. Porque otra de las virtudes (tiempo habrá, si procede, de criticar los defectos) del nuevo Delegado es haberse afincado en la Ciudad (Autónoma) con su esposa, detalle al que no estábamos acostumbrados en los dos últimos casos precedentes y que envían un inequívoco mensaje sobre el calado de la presencia en la misma del político con su consorte. Salvo a Don Jenaro, al que no llegué a tratar personalmente porque como recuerda algún popular dicho de mi entrañable y lejana tierrina (¡Puxa Asturies!) “donde non te chaman solo van os caes”, al resto de los titulares del despacho de la Plaza de los Reyes fue conociéndolos en tiempo y forma: a Pedro González Márquez (su esposa también tenía encanto) tengo que agradecerle haberme dejado su habitación en un rústico albergue del desierto, cerca de Erfud, durante la II Guerra del Golfo (la primera fue la guerra Irán-Irak) en la Semana Santa de 1991; González Márquez pasaba unos días de asueto en compañía de su homólogo de Melilla y, casualmente, yo venía echo unos zorros después de darme un garbeo por la cercana frontera y vivaquear, varios días, en un antiguo puesto de la Legión Extranjera; a la fallecida Carmen Cerdeira, mira que la advertí de las siniestras y desleales maniobras de los dos árboles maderables plantados a su vera y, cuyas ambiciones, propiciaron en cierta medida el triste estallido social (se veía venir) de la comunidad negra refugiada al amparo de las Murallas Reales; respecto a mi paisano, Luis Vicente Moro, decliné agradecido su invitación de compartir despacho a su lado, en substitución de la también finada Elena Sánchez, por entender que no era en ese momento el hombre apropiado para esos menesteres; en fin, con Jerónimo Nieto mantuve un distendido y continuado encuentro abruptamente cortado por su repentina marcha, sobre cuyas circunstancias la prudencia me impide explayarme. ¿Fernández Chacón?. Es un hombre sobradamente preparado, educado y con experiencia africana. También es un populista, salvando las distancias como el Alcalde-Presidente de la Ciudad (Autónoma), mi respetado Juan Vivas. Y está haciendo lo que procede: patear Ceuta, tomarle el pulso, un día aquí y otro allá, huyendo de la acomodaticia, insana y torpe actitud de enclaustrarse en el despacho donde siempre es más fácilmente intoxicable.
 

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