La desigualdad es el gran tropiezo
del mundo, que no levanta cabeza. La búsqueda del propio
interés parece ser un diario en la vida humana que se
acrecienta en vez de mermar, aunque abunden las palabras de
querer reducir discriminaciones entre quienes lo tienen todo
y quienes carecen de bienes básicos como la educación, la
salud y la vivienda. Precisamente, hace unos días, invitado
por la Fundación COPRODELI (comunión, promoción, desarrollo,
liberación), que por cierto no tenía noticias de su quehacer
ni existencia, invitación cursada a través del profesor
universitario Francisco Javier Melero, tuve la dicha de
asistir en la capital granadina, al II Encuentro que esta
ONG convocó en nuestro país, afanada en promover el
desarrollo integral de las poblaciones urbano-marginales más
desfavorecidas del Perú, donde pude volver a comprobar, con
imágenes y testimonios conmovedores, la persistencia del
terrible sufrimiento que ocasiona el hambre y la pobreza.
El fundador de COPRODELI, Miguel Ranera, presente en el
citado evento junto a cooperantes y voluntarios provenientes
de otras ciudades y países, fue desgranando los gravísimos
efectos del terremoto acaecido en el 2007, participándonos
que la sociedad peruana nos demanda soluciones para los
problemas sociales que aún la acucian, especialmente para la
reconstrucción de viviendas, colegios y centros médicos, a
la vez que agradeció enormemente la entrega generosa de
nuestra país. Universidades como la de Granada…,
Administraciones Autonómicas como la Junta de Andalucía y
Castilla-La Mancha…, Administraciones Locales como el
Ayuntamiento de Madrid, Alhaurín de la Torre, la Solana, la
Rambla…, u otras Agencias de Cooperación, infinidad de
empresas y particulares, por citar algunos de los más
significativos patrocinadores, han hecho posible que
diversos sueños se hiciesen realidad. “Muchos pobladores
humildes son beneficiados con diversas iniciativas sociales,
educacionales, asistenciales de COPRODELI, como son
talleres, centros de educación, hogares de niños de la
calle, guarderías, centros de salud, comedores, botiquines,
bibliotecas populares, capacitación de jóvenes desocupados,
formación de microempresas, fomento de artesanía y otros”
–son palabras del Embajador del Perú en Madrid, Carlos
Pareja Ríos, recogidas en el dossier que participaron al
público allí congregado.
Estos graves problemas, a mi juicio, tienen su raíz en las
distancias solidarias, cuestión que habría de ser abordada
con una perspectiva global que sea, al mismo tiempo, una
consideración ética por parte de todos los Estados y sus
gobiernos. Hay que extender, de una vez por todas, una
solidaridad real y efectiva. Todas las instituciones
sociales deben apostar por esta tarea que, aunque laboriosa,
es esencial para reducir desniveles que discriminan y
destruyen vidas humanas. Debemos reducir, con urgencia, la
brecha entre quienes tienen acceso a la abundancia y entre
quienes quedan excluidos. Nuestro país ha desarrollado
programas de canje de deuda por inversiones en educación y
otras políticas sociales, que han beneficiado ya a diversos
países latinoamericanos. Pienso que esa es la línea a seguir
para aminorar el abismo que existe entre los que posen
recursos suficientes para desarrollar crecimiento y aquellos
otros que nada tienen, y que para tener algo, necesitan
acumular deudas. A todas luces, el espantoso endeudamiento
de los países en desarrollo se sitúa en una amplia y
compleja atmósfera de relaciones económicas, políticas,
tecnológicas, con un aluvión a veces de intereses que causan
sometimiento. La interdependencia de las naciones entre sí
conlleva la necesidad de concertar la globalización del bien
común. Correspondencia que para ser justa, en lugar de
conducir al dominio de los más fuertes, al egoísmo de las
naciones, a desigualdades e injusticias, debe hacer surgir
formas nuevas y ensanchadas de solidaridad, que respeten la
igual dignidad de todos los pueblos. Hoy en día quien
dispone de tecnologías tiene el poder sobre la tierra y
sobre los seres humanos. De ahí también han surgido formas
de desigualdad que habría que controlar, entre los
poseedores del saber y los simples usuarios de la técnica.
La “Carta de los obispos de América Latina y el Caribe”,
entregada el 15 de mayo a la canciller alemana, Angela
Merkel, con motivo de la V Cumbre de Jefes de Estado y de
Gobierno de América Latina, el Caribe y la Unión Europea (ALC-UE)
realizada en Lima, es otra muestra más de la situación de
desigualdades que sufre el mundo. La misiva advierte de la
situación general en que viven los pueblos de la región,
marcados por la pobreza, la exclusión, la fisura creciente
entre ricos y pobres, la inviabilidad de la pequeña
producción agraria y la pequeña empresa, desocupación y
precaria situación laboral, sistemas inadecuados de
educación y salud pública, inseguridad y violencia,
inexistencia de una seguridad alimentaria, migración causada
por la falta de oportunidades y el creciente deterioro del
equilibrio ecológico.
Por cierto, fueron los mismos problemas que COPRODELI
trasladó al auditorio en su II Encuentro. De todo ello,
quizás yo me quede como reflexión que participo al lector,
con sus diez compromisos de la tienda COPRODELI, Comercio
Justo. Son reclamos o sugerencias merecedores de escucha.
Tal vez ya le suenen. Pues tengámoslos en mente. Helos aquí:
Destinar los beneficios a programas de mejora social.
Respetar la cultura autóctona y el medio ambiente. No
adquirir artículos elaborados por niños y denunciar
cualquier forma de explotación infantil. Promocionar la
igualdad hombre-mujer. Promover el diseño y la calidad.
Establecer vínculos comerciales a largo plazo con los
artesanos. Abrir nuevos mercados y facilitar la distribución
de sus productos. Pagar al contado, para que el artesano
pueda continuar su labor sin necesidad de endeudarse.
Fomentar formas democráticas de organización entre los
artesanos. Ofrecer facilidades para que puedan ejercer su
actividad en su lugar de origen, evitando la desintegración
familiar por la necesidad de emigrar a las grandes ciudades
o a otros países. Sin duda, diez empeños para ponernos en
movimiento, con el único desvelo y afán de priorizar la vida
digna, donde quiera que se halle, sobre todo lo demás.
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