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OPINIÓN - JUEVES, 5 DE JUNIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Los viajes del presidente
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Me paró un conocido y nos pusimos a conversar. Empezó contándome que los miembros del Gobierno local lo pasan muy mal cuando viajan con el presidente. Y, ante la cara de sorpresa que a mí se me puso, el hombre no perdió el menor tiempo en explicarse.

Resulta, según mi conocido, que Juan Vivas cuando viaja con sus compañeros de Gobierno se pasa la mayor parte del tiempo hablando acerca de cuantos proyectos tiene en mente y del mucho trabajo que queda por hacer para que esta ciudad se meta cada vez más por los ojos.

Le respondí que me parecía muy bien que el presidente aprovechara cualquier momento para estimular la voluntad de trabajo de quienes viven como nunca antes pudieron hacerlo. Son personas que al participar en la política activa se han dado a conocer y disfrutan de magníficos sueldos y de privilegios varios. Con lo cual uno no comete sacrilegio diciendo que todos ellas, sin excepción, deberían acordarse en sus oraciones de Vivas y de Gordillo. Obviedad.

Mi conocido alegó, sin desechar por supuesto mi argumentación al respecto, que el presidente es capaz de salir de Ceuta y llegar a Roma hablando de las mismas cosas. Y, claro, la gente se pregunta lo mismo que se preguntaban los ministros de Franco cuando había Consejo de Ministros: “¿Este tío no mea nunca?”. Ya que nadie se atrevía a levantarse para ir al urinario si el Caudillo, por la gracia de Dios, no lo hacía. Y no la hacía nunca.

En el caso de Vivas, sucede que nadie se atreve a dejarle con la palabra en la boca cuando habla de lo bien que le vendría a la ciudad cualquier detalle que ha visto a su paso por Mérida, verbigracia; o de las ilusiones que tiene puestas en que la Manzana del revellín se convierta en el edificio soñado por él; de cómo será el soterramiento del centro de la ciudad en cuanto los problemas surgidos sean subsanados; de la construcción del estadio de fútbol; de la reforma emprendida en la barriada de El Príncipe. Sin olvidarse, faltaría más, de recordarle al político de turno que procure darse una vuelta por la barriada de Portuarios, para que compruebe que existen unos arriates cubiertos de maleza y donde se refugian ratas como conejos, acostumbradas a dejarse ver muy cerca de bares, restaurantes, farmacia y colegio cercanos.

Con semejante conversación, de escaso interés para los componentes de ese séquito que le acompaña en los viajes, no me extraña que Vivas los adormezca y les quite las ganas de viajar. Miento. Las ganas de viajar no las perderán nunca quienes lo hacen con los gastos cubiertos y encima cobran dietas. Lo que tratan, de manera desesperada, es de viajar sin tener que formar parte del boato del presidente para que éste nos le dé la tabarra con las obligaciones que tienen y por las que cobran lo que jamás han cobrado nunca antes en ningún empleo.

En fin, que el presidente de la Ciudad ya sabe, por si acaso aún no lo sabía, que sus compañeros de Gobierno y de viaje desean desmarcarse de él cuando toca salir a la Península formando parte del cortejo presidencial. Y lo intentan las criaturas porque la labor diaria los tiene deslomados. Y encima, cuando pueden tomarse un respiro, llega usted y los pone en fila para recordarles que los políticos están para dejarse el pellejo en el tajo. ¡Uf, qué esfuerzo!
 

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