Tengo entendido que Juan Vivas
apuntaba muy buenas maneras como jugador de fútbol. Un
deporte que amó siempre y que terminó convirtiéndole en un
aficionado que nunca, salvo en su etapa de universitario,
dejó de acudir al Alfonso Murube.
Vivas fue durante varios años directivo importante de la
Agrupación Deportiva Ceuta. Tan importante como para mandar
más que el presidente. Aunque a su manera: es decir, tomando
las decisiones mientras éstas eran ejecutadas por quien
figuraba como mandamás del club y hasta daba la cara de mala
manera.
Conviene decir, cuanto antes, que Vivas le dedicaba muchas
horas al primer equipo local. Pero carecía de suerte. Por lo
que tuvo que ver cómo en un partido de la Copa del Rey, en
el Ramón de Carranza, la Agrupación encajaba nueve goles.
Aquello fue un revés del que tardó en recuperarse. La
debacle de Cádiz, sin embargo, ocurrió por la mucha
confianza que Vivas seguía teniendo en varios jugadores
locales, que estaban ya para pocos trotes.
No obstante, Vivas tuvo la suerte de disfrutar, como
aficionado, con los triunfos de la Asociación Deportiva
Ceuta. Equipo que destacaba en su grupo y terminaba jugando
liguillas y eliminatorias de ascenso. Eran otros tiempos,
sin duda. Aún se recuerda lo ocurrido en La Malata: que así
se llama el campo de El Ferrol donde el árbitro, creo que
canario, se vengó y bien de los odios que había generado
José Antonio Muñoz entre personajes que podían influir
en contra del equipo.
Y tras dejar éste, me refiero a Muñoz, la presidencia, la
Asociación Deportiva Ceuta comenzó a dar tumbos y a punto
estuvo de hundirse en el abismo del descenso. Todo ello, a
pesar de que Vivas apoyaba la causa de los nuevos directivos
y los políticos populares acudían al palco radiantes de
felicidad y convencidos de que todos los éxitos anteriores
sólo merecían repulsas. De modo que en el palco, a falta de
victorias, se solían festejar las derrotas. Que eran muchas
y muy seguidas.
Y la gente, que no se le escapa nada, trató de descubrir al
gafe que estaba haciendo posible que el primer equipo local,
de la noche a la mañana, hubiera pasado de ser un grande de
su grupo a convertirse en un conjunto mediocre, cuyos
directivos celebraban un triunfo sobre el Baza, verbigracia,
con el cual se evitaba entrar en zona de descenso. Y, claro,
a Vivas empezó a notársele la angustia de verse cualquier
día señalado por sus enemigos, que también los tiene, como
el cenizo que impedía la buena marcha del club. Debido a que
le achacaban ser el presidente en la sombra. En una palabra:
que volvía a ejercer el mismo poder en el club que tuvo
cuando Antonio Rodríguez Serrano era presidente.
Puesto que se le veía más entregado que nunca a la causa.
Pero de pronto se hizo la luz en Pasarón. Donde la
Asociación Deportiva Ceuta le dio un repaso, de mucho
cuidado, al conjunto gallego. Y todo se fraguó en la zona
vital del medio terreno. En ella, los ceutíes se
aprovecharon de la lentitud pasmosa de los centrocampistas
pontevedreses. Lentitud física y mental. Y a quienes les
costaba lo indecible manejar el balón. Jugaron desatinados y
fueron puestos en evidencia por la claridad de ideas que
ofreció el equipo entrenado por Benigno Sánchez.
Y Vivas, al fin, pudo respirar y decir a voz en cuello: “yo
de gafe no tengo nada. El gafe se ha quedado en Ceuta...”.
¿Quién será?...
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