Con la llegada del mes de junio,
finalizaron las comuniones y las cruces de mayo. Todo, en
esta vida, tiene un principio y un fin. Las comuniones
habrán dejado algunos bolsillos más escuálidos que mí
tarjeta Visa, ese pedazo de cartón que como no te andes con
cuidado, a la hora de usarla, te puedes llevar una sorpresa,
de la que tardará varios meses en reponerte.
La vida ha cambiado tanto y con ella sus acontecimientos,
que no existe comparación posible con mí época de niñez. Una
niñez marcada por esa generación perdida de todos aquellos
que ya hemos sobrepasado los sesentas, en Canarias cincuenta
y nueve.
Haciendo memoria vieja, me vuelvo atrás a mis tiempos de
chaval, donde todos los “capitalistas” de mí categoría
hacíamos la comunión vestidos de gris, para diferenciarnos
de aquellos pobretones que la hacían de vestidos de
almirantes. Siempre ha habido diferencias y, en esos
momentos, es donde más patente quedaba demostrada.
Se podía ver, esa diferencia, en la propia iglesia donde
íbamos a tomar la primera comunión. Bancos llenos de
“capitalistas” vestidos de gris y escasos pobretones
vestidos de almirantes, si acaso un par de ellos. Ya se
pueden imaginar que la diferencia era palpable, con sólo
echar un vistazo.
Y ni te cuento las celebraciones. Los “capitalistas”, clase
a la que me siento orgulloso de pertenecer, en un alarde de
facultades monetarias, nos recorríamos la ciudad de punta a
punta, todo ello en el coche de San Fernando, un ratito a
pie y otro andado, no por necesidad, sino por visitar a
familiares y amigos, a ver si se dejaban caer con algunas
monedas, con la que poder pagar el chocolate y con suerte
algún bizcocho. Los “capitalistas éramos así, unos
derrochones, a los que nada nos importaba el dinero.
Los pobretones, por lo contrario, celebraban sus comuniones
en algunos de aquellos famosos restaurantes que había en
esta tierra y, además, recibían la tira de regalos algunos,
válgame Dios, hasta le regalaban una bicicleta.
Hoy la cosa ha cambiado y ya, en los bancos de las iglesias
no se ven tantos trajes grises, sino por lo contrario,
muchos marineros y almirantes. Está visto que la marina se
ha terminado imponiendo, a pesar de la armada Invencible
que, por cierto, no era invencible. Aunque En su descargo
hay que decir, porque es de justicia hacerlo, que no se
puede luchar contra los elementos.
Hoy ni los almirantes ni los marineros con cierta
graduación, sentados en los bancos de las iglesias para
recibir su primera comunión, se tienen que enfrentar a los
elementos. Sus padres se tienen que enfrentar a algo mucho
más peligroso, a los préstamos de los bancos amigos.
Oiga, que tal y como está la cosa de los préstamos con sus
intereses correspondientes, muchos padres hubiesen deseado
que sus hijos, hiciesen la primera comunión, vestidos de
gris como los grandes “capitalistas” de la época de niñez,
recorriendo Ceuta visitando familiares y amigos Sean
sinceros, a qué algunos han dicho “igualito que en mí época”
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