Un buen final de mayo, con algo
que debiera darse en más de una ocasión cada año, pero que
se ha elegido una de las mejores épocas, por cuanto, ya
cerca de las vacaciones, es el momento ideal para elegir
aquello que te puede entretener en el tiempo libre.
Las ferias, desde muchos siglos atrás, han representado un
movimiento de exhibición de aquello que se tenía y se quería
mostrar por si alguien tenía la intención de comprarlo.
Lugares célebres por sus ferias, han sido lugares en los que
ha corrido el dinero, y en los que ha habido múltiples
contactos de gentes de diversos credos, nacionalidades y
culturas. En una feria había algo más que unos productos.
Medina del Campo, por ejemplo, representó algo importante en
tiempos ya lejanos, y de aquello hoy nos queda su enclave,
en un cruce de caminos en el que cada vez confluyen menos
rutas, por haberse entrecruzado otros intereses ajenos a los
que habían nacido de la feria.
En la actualidad, cuando las ferias de ganados casi han
pasado a mejor vida y se han reducido a simples y meras
exposiciones, no siempre a tono con lo que hubo, las gentes
agudizan un poco más su ingenio y tratan de crear nuevas
ferias, precisamente en las épocas en las que el movimiento
de las gentes sería menor. Hay que atraer personal a las
ciudades menos visitadas, o que se van quedando atrás.
En la primera semana de mayo hubo en Trujillo la feria del
queso, con exposición, degustación y, naturalmente, venta de
ese producto artesanal extremeño que las administraciones
han ido reduciendo a la mínima expresión con unas exigencias
y controles que luego no suelen aplicar en otros productos
venidos de fuera.
A pesar de estas trabas de controles, la feria fue un éxito.
¡Faltaría más!.
Una semana más tarde, otra localidad extremeña, Jerez de los
Caballeros, celebraba su feria del jamón, haciéndola “casi”
coincidir con la que en tiempos pasados fue la de venta de
ganado. El éxito fue grande porque ahí hay materia prima y
en eso, de momento, las administraciones no pueden poner
pegas aunque el ganadero o el “matanchín” tuviera en su día
la camisa rota.
Dos ferias, pues, exponiendo cada una de ellas sus
productos.
Y la del libro ¿Exponiendo los productos de qué lugar?.
Afortunadamente un libro se puede escribir en una gran
ciudad, en un pequeño pueblo o a la sombra de una encina, en
pleno campo, con lo que la feria del libro puede coincidir y
ha coincidido, en su comienzo, en varios sitios, como Madrid
o Ceuta, por ejemplo.
Aquí, en Ceuta, pueden exponerse los mismos productos que en
Madrid, y se pueden “degustar” y al mismo precio los
productos que haya en Santiago de Compostela o en Salamanca,
ambas ciudades universitarias.
Para estas ferias lo único que hace falta es tener ganas de
leer, tener ideas claras de lo que quiero, de lo que me
gusta y de aquello que es bueno de verdad.
Afortunadamente, a pesar de que hay otros tipos de
entretenimientos, más fáciles y más baratos – porque los
libros son caros – cada día se lee más, especialmente por
parte de quienes siempre leyeron, los otros no cuentan, no
quieren o no saben por donde van las líneas actuales.
Buena elección hubo este año en el lugar, la Plaza de los
Reyes, cuando menos es un lugar cómodo para ver lo que se
expone.
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