Ustedes saben de donde surgió la
exitosa serie “Sexo en Nueva York”? Pues de la columna de
una articulista que deleitaba a los lectores chafardeando y
contando las aventuras y desventuras de sus amistades y por
supuesto, las propias. En tono intimista. En sabroso plan
cotilla. Y esos extremos periodísticos deleitan, sobre todo
cuando se leen y conocen desde esta España, tan melindrosa,
tan intransigente y talibana con quien se sale de lo
políticamente correcto y dotada de una caterva de
periodistas, articulistas, columnistas y jarca afín, que
parece que hablan con opiniones que son similares a solemnes
ventosidades emitidas por el genuino Oráculo de Delfos.
Recuerdo que, una vez, en una reunión, un jilipollas me
anunció, con auténtica solemnidad, que yo jamás escribiría
en un medio del que él fuera director: “resultas demasiado
vulgar”. Una opinión que, emitida por un atildado y ridículo
mentecato, lo único que hizo fue aliviarme. Todo menos
complacer al pijoterío o a los antiglobalización. Al
pijoterío por principios éticos y por razones de ADN y a los
antiglobalización porque son feísimos y entre ellos no
abundan ni los técnicos superiores, ni los científicos, ni
los empresarios y comerciantes, ni las abogadas de
provincias con el trajecillo de chaqueta negra de los
juicios y el tacón que se va torciendo para el interior a
fuerza de patear los juzgados cargando con una cartera que,
a veces, muchas veces, encierra más ilusiones que causas
civiles o penales.
¡Líbreme Dios Todopoderoso de caerle bien con mi sencilla
prosa a un greñudo antifascista! ¡Y menos aún a un
pretencioso ¡ A no ser que, el pretencioso lo sea por
derecho propio, es decir, por ser teleco , notario o ama de
casa mileurista de familia monoparental y que es capaz de
llegar a fin de mes sin recurrir a Cáritas. ¿Ven? De esa
gente, de la que hace méritos hincando los codos hasta
despellejárselos o de la que ahorra unos céntimos en leche
desnatada para que, sus hijos, puedan beberla entera y con
calcio que es más cara, del pueblo que sale cada mañana,
rompiendo el alba, a partirse los huevos, de nosotros, me
apetece contar historias y opinar.
Porque estamos solos y asustados. Viéndolas venir. “Sabemos”
que, los socialistas no sirven para la gestión económica de
la Nación, no tienen a gente preparada, por mucho que se
pueda acceder a cualquiera de ellos con muchas más
facilidades que a los relamidos y engreídos peperos. Estos
últimos, por el contrario, “sí” tienen grandes gestores,
excelentes gestores, pero ni un ápice de cercanía y cuando
se quieren poner “cercanos” resultan tan afectados que dan
vergüenza ajena y cuando van de “modernos” producen
escalofríos de horror.
Pero tranquilos, hay pueblo llano para todos. Para la
izquierda y para los que, despreciando, ninguneando y
asqueándoles la derecha, viven de nuestros votos. ¿Qué dicen
con caras de talibanes pasados, vuelta y vuelta? ¿Qué la
gente de izquierda no tiene que sentirse sola y asustada
porque ellos gobiernan? No. Ellos no gobiernan. Hacen sus
enjuagues y sus trajines los de Ferraz y los votantes, esos
que admiran a la caterva de artistas subvencionados que se
amontonan junto a ZP con las esperanzas puestas en las
subvenciones de la progresía, los que se sienten satisfechos
con el remover huesos en las cunetas e incluso toman con
satisfacción los varapalos a los cristianos, esos
izquierdosos, pierden la risa y la sonrisa cuando sienten y
padecen el goteo de malas noticias económicas. El tremendo
varapalo sufrido por el sector inmobiliario, la ficticia
burbuja de ciudadanos metidos a mogollón a especuladores,
comprando pisos para alquilarlos y pagar la hipoteca con el
alquiler ¡plaf!. Descontrol al canto. El caótico reinado de
la recalificación y del ladrillo ha dado paso a la república
de los pisos patera, las promociones que se arruinan, los
precios que descienden, las hipotecas de los buitres de la
banca que quitan el pan de la boca de las familias. Y los
articulistas haciendo florituras dialécticas sobre la
grandeza moral de María San Gil, las iniciativas del
zarrapastroso Llamazares que quería retirar el crucifijo de
las juras, el descalabro del PP que tiene encima más ruinas
que Mérida y mucho politiquerío, porque opinar y reopinar de
la cuestión de los politicastros no pide pan. Cuando de lo
que hay que opinar es de soluciones ingeniosas para meter
dentro del bollo de pan de los españoles la loncha de buen
jamón.
En Nueva York se triunfa contando simpáticas banalidades,
aquí hay que conformarse con las “gracietas” de la Rigalt,
con la censura feroz con respecto a temas muy reales, con el
engolamiento de los columnistas que peroran más que hablar,
de tan talentosos que son. Y echarnos cuentas de que, pocos
muy pocos, vamos a caer en la “vulgaridad” de decir que, en
España se está pasando hambre. Que la economía se hunde. Que
el paro crece. Que los banqueros nos tienen de rodillas. Que
no “podemos” seguir arrastrando con el IVA porque nos vamos
a la mierda. Que nuestros ocho millones de pobres necesitan
perentoriamente la famosa “Cooperación Internacional” a ver
si se le pide algo al monarca alaouí que, como colecciona
palacios, se ve gobernante de posibles. Que hay que
repatriar urgentemente a los extranjeros que no estén
empleados, porque aquí se ha acabado el chollo. Que
necesitamos leyes de inmigración “a la italiana”. Y que, nos
negamos a estar “curados de espanto”. No queremos penas, ni
tragedias, ni problemas importados, ni multiplicación de
altos cargos, ni que se desbaraten nuestros dineros. No
queremos ideologías ni políticos, esos no facilitan el
acceso al Mercadona a llenar el carro ni enchiqueran al
albanokosovar, queremos gestores de nuestros pobres haberes.
Gestores profesionales que gestionen España a cambio de un
jornal digno. Y que salgan de entre nosotros. Y ser
convocados en referéndum para opinar sin tanto requisito ni
tanto mamoneo. No, no estamos “curados de espanto”. El
espanto no tiene cura y aniquila la felicidad.
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