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OPINIÓN - DOMINGO, 1 DE JUNIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Espectáculo bochornoso
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Los sindicatos no piden concesiones para mejorar la situación de los trabajadores, sólo van a mantener su cuota de poder en la sociedad y presionar para lograr decisiones políticas del Gobierno (José María Cuevas). Ni que decir tiene que no comparto este pensamiento de quien fuera durante 23 años presidente de la CEOE. Faltaría más. Tampoco comparto el expresado por un destacado sindicalista inglés, que reza así: “Para nosotros la sindicación obligatoria es algo tan natural como levantarse por la mañana y tomar el desayuno”.

Ambas citas son extremistas. Y los extremismos ya sabemos a qué conducen. Por consiguiente, cabe decir que los sindicatos son necesarios, muy necesarios; pero siempre y cuando sus dirigentes sean personas capaces de tener una conducta intachable en cuanto concierne a su vida pública. Y no siempre es así. Porque a ver cómo se les impide a ciertos individuos, con tirón de convencimiento entre una plana mayor compuesta por vulgaridades, escalar posiciones hasta el punto de ser referentes imprescindibles y con capacidad suficiente para convertir el sindicato en una fuerza que le sirva a ellos para lograr sus fines privados.

En una palabra, hay sindicalistas que consiguen hacerse con poder suficiente, que emplean para influir decisivamente en asuntos donde obtienen dinero fácil. Y, desde luego, existen dirigentes de tales organismos que suelen cundir el miedo entre políticos y empresarios, para que éstos cedan a sus pretensiones de baja estofa. Cierto que éstos son menos que los otros; es decir, que los sindicalistas que dan ejemplo diario de solidaridad con los demás y ponen todo su empeño y su saber en conseguir que se allanen las dificultades entre los “empresarios que no quieren dar nada y los obreros que quieren tomarlo todo”. En realidad, es lo mismo de siempre: en todos los sitios cuecen habas.

En estos días, vengo observando, con perplejidad y mucho bochorno, el espectáculo que están dando el secretario general de Comisiones Obreras y el consejero de Hacienda y presidente del consejo de Administración de Emvicesa. Del primero, ya saben ustedes qué opinión tengo de él; en cuanto al segundo –jamás nos dijimos ni pío-, procede de un partido cuyos componentes dejaron mucho que desear. Dicho ello, iré al grano.

En la entrevista que le hicieron a Márquez, éste largó contra Aróstegui. Y lo hizo enumerando decisiones improcedentes tomadas por el secretario general de CCOO cuando era concejal. Pero se guardó muy bien de denigrar al sindicato. Incluso tuvo palabras elogiosas para el organismo. Y ni siquiera insinuó que alguien lo estuviera usando cual sindicato amarillo. El consejero expuso también los motivos por los que creía sentirse perseguido por Aróstegui. Y le recordaba que, si dudaba de la legalidad de las cesiones de suelo público, que se fuera a los juzgados. Pues bien, dentro de ese calamitoso proceder de ambos, quien ha dado la peor talla, hasta ahora, y ya es difícil, ha sido Aróstegui. El cual, en vez de poner el careto, se ha tapado en la barrera de la organización sindical y desde ella ha empezado a lanzar diatribas contra el consejero y ha repartido panfletos contra el presidente de la Ciudad.

Flaco favor le está haciendo Aróstegui a un sindicato prestigioso. Al no separar el grano de la paja. O sea, deslindar el sindicato del PSPC. Y se tiene por inteligente. ¡Uf!...
 

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