Un buen momento para meditar sobre
lo que se debe o no se debe escribir en artículos de opinión
de tendencia crítica”, éstas palabras me las pronunció un
personaje político catalán de cierto peso en el área de los
medios de comunicación. Lo hacía en referencia al juicio que
se viene celebrando contra el locutor de la Cope.
Estábamos en un debate generalizado, después de una cena de
empresa, y había salido a colación ese juicio.
Una cosa muy distinta es la crítica sana, carente de
intenciones destructivas y de insultos personales bastantes
significativos. Las injurias y los insultos no conducen
absolutamente a nada y solo conllevan intentos de crispación
a través de un medio de comunicación de cierto peso en el
concierto nacional.
La utilización de los medios de comunicación para que
cualquier profesional quiera imponer su pensamiento al resto
de ciudadanos es un abuso con el que manipular los hechos
con tendencias partidistas del propio interesado.
El seguimiento del juicio contra el locutor es una ventana
abierta en la que se muestra las claras tendencias a la
manipulación a través de las palabras habladas o escritas
por personas de ciertas tendencias políticas y de una moral
cruel y retrógrada.
Cuando un profesional de los medios de comunicación suelta
su instinto más primitivo, en un arranque de ira (legitimo o
no) en defensa de una postura que considera como muy segura;
sólo tiene dos formas de actuar: mantenerse en esa postura,
con el desgaste que conlleva en caso de ser falsa y/o
interesada, que puede llevarle al fondo del precipicio de la
credibilidad o pedir disculpas reconociendo su error.
No existen matices para aclarar las posturas de los
profesionales de la información cuando dan o escriben
noticias provinentes de fuentes de su propia confianza, pero
no es lo mismo verter opiniones críticas con palabras
insultantes y adjetivos descalificadores de carácter grave
señalando directamente a “su víctima”.
Criticar a un político a través de las palabras que el
propio político pronuncia es un derecho. No lo es tanto
calificar al mismo político con palabras que no tienen nada
que ver en la acción. Que un político diga que no está de
acuerdo con la tesis de su propio partido no da derecho a
que sea calificado de traidor, como ha hecho el locutor de
la Cope con el alcalde, ni le autoriza a proferir insultos
injuriosos. La calificación directa de una persona con los
adjetivos de traidor, siniestro, bandido y pobre farsante,
tiene su propia responsabilidad penal.
No hubiera sido lo mismo si ese locutor hubiera calificado
de estúpido o imbécil al político por pronunciarse sobre el
11-M u otros asuntos. Eso entra dentro de la riqueza de
vocabulario del diccionario español de tacos menores. Pero
es mucho lo que insulta cuando entra en juego las cifras de
un atentado terrorista que no admite perdón.
La postura de ese locutor, desde mi punto de vista, es la de
una auténtica pieza viviente del antiguo régimen, con toda
su carga de mala leche y ahora prueba su propia medicina al
recibir contrariado la negativa defensa de su postura por
quienes el propio locutor citó como testigos de su defensa.
En nuestro país existe una Justicia que está para algo. Por
tanto la declaración del locutor de que ha realizado su
actuación en defensa de la Justicia no es de recibo. Nunca
es bueno hacer la justicia por su propia mano, en este caso
por su propia voz, porque corre el riesgo de meter no una si
no las dos patas como se ha demostrado ante los testigos de
la defensa.
Eso que dijo de “Porque quería buscar justicia para las
víctimas del 11-M. La sentencia acredita las deficiencias en
la investigación” no es más que un concepto de quienes
quieren imponer una teoría de manipulación con fines
políticos muy claros y desviacionistas. Usando maneras del
antiguo régimen y de todos los regímenes fascistas. Su
enorme fallo, del locutor, es que en el juicio no se está
juzgando la trayectoria política del alcalde de Madrid y de
confiar en quienes, como él, utilizan la teoría de la
conspiración para imponer sus tesis, falsas como la postura
que mantienen en ese juicio.
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