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OPINIÓN - VIERNES, 30 DE MAYO DE 2008

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Teoría de la manipulación
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Un buen momento para meditar sobre lo que se debe o no se debe escribir en artículos de opinión de tendencia crítica”, éstas palabras me las pronunció un personaje político catalán de cierto peso en el área de los medios de comunicación. Lo hacía en referencia al juicio que se viene celebrando contra el locutor de la Cope.

Estábamos en un debate generalizado, después de una cena de empresa, y había salido a colación ese juicio.

Una cosa muy distinta es la crítica sana, carente de intenciones destructivas y de insultos personales bastantes significativos. Las injurias y los insultos no conducen absolutamente a nada y solo conllevan intentos de crispación a través de un medio de comunicación de cierto peso en el concierto nacional.

La utilización de los medios de comunicación para que cualquier profesional quiera imponer su pensamiento al resto de ciudadanos es un abuso con el que manipular los hechos con tendencias partidistas del propio interesado.

El seguimiento del juicio contra el locutor es una ventana abierta en la que se muestra las claras tendencias a la manipulación a través de las palabras habladas o escritas por personas de ciertas tendencias políticas y de una moral cruel y retrógrada.

Cuando un profesional de los medios de comunicación suelta su instinto más primitivo, en un arranque de ira (legitimo o no) en defensa de una postura que considera como muy segura; sólo tiene dos formas de actuar: mantenerse en esa postura, con el desgaste que conlleva en caso de ser falsa y/o interesada, que puede llevarle al fondo del precipicio de la credibilidad o pedir disculpas reconociendo su error.

No existen matices para aclarar las posturas de los profesionales de la información cuando dan o escriben noticias provinentes de fuentes de su propia confianza, pero no es lo mismo verter opiniones críticas con palabras insultantes y adjetivos descalificadores de carácter grave señalando directamente a “su víctima”.

Criticar a un político a través de las palabras que el propio político pronuncia es un derecho. No lo es tanto calificar al mismo político con palabras que no tienen nada que ver en la acción. Que un político diga que no está de acuerdo con la tesis de su propio partido no da derecho a que sea calificado de traidor, como ha hecho el locutor de la Cope con el alcalde, ni le autoriza a proferir insultos injuriosos. La calificación directa de una persona con los adjetivos de traidor, siniestro, bandido y pobre farsante, tiene su propia responsabilidad penal.

No hubiera sido lo mismo si ese locutor hubiera calificado de estúpido o imbécil al político por pronunciarse sobre el 11-M u otros asuntos. Eso entra dentro de la riqueza de vocabulario del diccionario español de tacos menores. Pero es mucho lo que insulta cuando entra en juego las cifras de un atentado terrorista que no admite perdón.

La postura de ese locutor, desde mi punto de vista, es la de una auténtica pieza viviente del antiguo régimen, con toda su carga de mala leche y ahora prueba su propia medicina al recibir contrariado la negativa defensa de su postura por quienes el propio locutor citó como testigos de su defensa.

En nuestro país existe una Justicia que está para algo. Por tanto la declaración del locutor de que ha realizado su actuación en defensa de la Justicia no es de recibo. Nunca es bueno hacer la justicia por su propia mano, en este caso por su propia voz, porque corre el riesgo de meter no una si no las dos patas como se ha demostrado ante los testigos de la defensa.

Eso que dijo de “Porque quería buscar justicia para las víctimas del 11-M. La sentencia acredita las deficiencias en la investigación” no es más que un concepto de quienes quieren imponer una teoría de manipulación con fines políticos muy claros y desviacionistas. Usando maneras del antiguo régimen y de todos los regímenes fascistas. Su enorme fallo, del locutor, es que en el juicio no se está juzgando la trayectoria política del alcalde de Madrid y de confiar en quienes, como él, utilizan la teoría de la conspiración para imponer sus tesis, falsas como la postura que mantienen en ese juicio.
 

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