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OPINIÓN - VIERNES, 30 DE MAYO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Preguntas de una señora
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hacer una columna diaria esclaviza a cuantos afrontan el reto. Máxime si el radio de acción de quienes escriben está circunscrito a una ciudad pequeña. Y si a esa limitación, que no es moco de pavo, se le suman otras desconocidas para quienes los leen, la cosa es más complicada de lo que ustedes puedan imaginarse.

Es la respuesta que le di a una señora, que no tuvo el menor inconveniente en declararse ferviente lectora de El oasis, cuando se interesó por saber la dificultad que entrañaba –para mí- opinar todos los días de cuanto acontece en la vida política local. Y le dije más: “Mire usted, por una columna puede saludarme con agrado el vecino del quinto y despellejarme el del cuarto. Puesto que para lo que uno es normal, e incluso saludable, para el otro resulta un insulto que merece más que reprobaciones”.

La señora, que dio pruebas fehacientes de llevar mucho tiempo siguiendo mis pasos de opinante, tras pedirme disculpa por lo que ella consideraba atrevimiento, requirió también mi parecer acerca de Juan Vivas. Mi respuesta fue citarle de memoria lo siguiente: “Es difícil dejar de convertirse en la persona que los demás creen que uno es”.

Mi interlocutora volvió a la carga. “Veamos. Lo que usted quiere decirme es que Vivas jamás podrá dejar de mostrarse tal y como la gente ha querido que sea desde el primer momento que lo etiquetó cual persona llana, accesible, entrañable, afectuosa, inteligente, honrada a carta cabal. Es decir, Vivas, y perdóneme el tópico, está catalogado como el hijo que todas las madres deseamos tener, y si no es posible, al menos tenerlo como yerno. Por lo tanto, ¿no cree usted, De la Torre, que nuestro presidente ha asumido un riesgo enorme en todos los sentidos?”.

Las preguntas de la señora son cada vez más exigentes, que no comprometidas, y ante ellas uno podría salir del paso con una revolera muy del gusto de los tendidos populares y sanseacabó. Pero no es mi estilo eludir interrogatorios tales, y mucho menos si proceden de una mujer muy preparada y que es, por si fuera poco, una lectora que me juzga todos los días.

Lleva usted razón, estimada señora, en apreciar el mucho riesgo que ha asumido Vivas, por necesidades políticas, permitiendo que innumerables ciudadanos lo hayan convertido en mito local. Y los mitos, como bien sabe usted, no tienen defectos, sino sólo virtudes. Y cuando los defectos afloran, porque la política no deja de ser un ejercicio complicado siempre y perverso, en bastantes ocasiones, sus partidarios, que son legión, niegan rotundamente que el presidente pueda estar implicado en los errores. No conciben que su ídolo, alguien que les permite identificarse con él, sea de la misma condición que los demás componentes de cualquier gobierno; que vaya usted a saber en qué líos estarán metidos.

“Pero el mito, coincidirá conmigo, se verá muchas veces atenazado por la responsabilidad de saber que su imagen está magnificada, y hasta puede que cada día se eche abajo de la cama con el temor de deshacer ese encanto que hay a su alrededor. Lo cual, créame, debe ser como para vivir sin vivir en él”.

Cierto, señora... Mas en el caso que nos ocupa sucede, sin duda, todo lo contrario. A medida que Vivas se eterniza en el cargo, mejor lleva esa leyenda que se ha forjado sobre él. Porque éste piensa que “uno no es más que lo que acerca de uno creen los demás”.
 

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