La tarde del domingo, mientras en
compañía de mis dos amores degustaba unas sabrosas sardinas
a la brasa en el pintoresco puerto pesquero de M´dik (Rincón
para los viejos rockeros) el Rey de Marruecos, Mohamed VI,
volaba en un viaje privado a bordo de un Boeing 747-400
especialmente acondicionado para largos desplazamientos
hasta la capital del nuevo imperio chino, Pekín, donde sería
debidamente agasajado máxime después de donar generosamente
un millón de dólares como ayuda a las víctimas del último
terremoto mientras, en Alhucemas, mis amigos rifeños me
dicen que se han quedado más de piedra que el peñón de la
bahía… ¿La duración del periplo?; se lo digo más adelante,
aunque advierto al lector que el último viaje privado del
soberano alauí fue a Francia, en febrero de 2008 y se
prolongó durante cuarenta días. La verdad es que, desde
entonces, el soberano marroquí hizo honor al popular dicho
que coloca el trono de los alauís en el lomo de sus
caballos, porque apenas paró en sus palacios de Rabat y
Casablanca, viajando por todo el país y acercándose a Tetuán
hace apenas dos semanas, poco después de su sonado viaje al
pequeño aduar de Anfgou (Medio Atlas), del que un día de
estos les escribiré pues en breve me perderé unos días,
macuto al hombro, por aquella agreste y olvidada región
sedienta, como pocas, de justicia.
Ayer y en Japón el Primer Ministro Abbas El Fassi, quien
representa a Mohamed VI en la IV Conferencia Internacional
de Tokio sobre el Desarrollo Humano (TICAD 4) inaugurada en
Yokohama, leyó un discurso del monarca en el que éste
subraya la urgente necesidad de poner a disposición de
África los recursos necesarios para hacer frente a la
catarata de problemas que se ceban en el continente,
particularmente la crisis alimentaria, la pobreza y las
pandemias, lanzando la voz de alarma sobre los retos que
trae consigo la “devastadora” (sic) globalización,
multiplicando la gravedad de los problemas ya existentes a
los que habría que añadir al día de hoy los negativos
efectos debidos a la “alarmante” (sic) carestía de los
precios del petróleo y de los productos alimenticios
básicos, cuyas repercusiones económicas y sociales presagian
(tomen nota por favor) las “peores consecuencias y
catástrofes humanas” (sic).
En cuanto al Presidente de todos los españoles todo apunta a
que en un tiempo prudente (y con el verano al caer) no
viajará a Marruecos. No sería razonable una visita de Estado
sin la presencia del Rey del país anfitrión quien, según
interlocutores fiables, podría estar en este viaje privado
fuera de su país unas dos semanas. ¿Esperará Rodríguez
Zapatero, no caracterizado precisamente por su prudencia,
sin salir de España en viaje oficial antes de acudir a
Rabat…?. Sería conveniente que la vice presidenta Teresa De
La Vega nos diera una explicación sobre el estado de las
relaciones bilaterales después de su exultante anuncio (¿se
acuerdan, verdad?) sobre la inminente visita porque, ya
digo, a Zapatero por estas tierras no se le espera…
Marruecos es un vecino estratégico (y viceversa) para
España. Si la adusta y eficaz De la Vega escoge hacer del
silencio virtud, alguien en el Congreso podría tener la
lucidez de plantear alguna pregunta al respecto. ¿O quizás
nuestros flamantes diputados están pensando ya en sus
vacaciones…?
|