Y pocas veces ha estado en la
cordura que debe tener un primer espada de uno de los
grandes partidos del país.
Quienes le hemos conocido allá por los años del comienzo de
la democracia, sabemos que su semblante estuvo siempre más
cercano a lo montaraz que a lo prudente. Nunca fue discutido
en su partido, en Extremadura, es cierto, pero ya hubiéramos
visto su talante “democrático” si un día hubiera estado
fuera del gobierno, en la mera oposición y sin poder
manejar, como él lo manejó, todo el entramado de
Extremadura.
En Extremadura tuvo tirón, y el tirón que tenía en
Extremadura le hizo que en Madrid no se discutiera su
liderazgo, aunque él, en más de una ocasión no compartiera
otros liderazgos de Madrid.
Ahora, parecía ya apartado, totalmente, de la política, tras
haber sufrido un infarto hace un par de años.
Sin embargo, por aquello de que “la cabra tira al monte”, no
ha hecho más que aparecer en público, en la visita de
Rodríguez Zapatero, a la localidad de Alange, y a las
primeras de cambio ya “tiró las patas encima de la mesa” y
comenzó a zarandear a propios y extraños, con la única
razón, de su “casi sin razón”.
Y aquí se ve quien es quien, y aquí se ve quien tiene
talante democrático sereno, y quien actúa llevado por los
impulsos de su corazón alterado (nunca mejor dicho) hacia
cualquier parte sin temple ni cordura.
Que a estas alturas el ínclito Ibarra hable de intentos en
el PP para romper el sistema democrático, es como para
sentarle, de una vez por todas, taparle la boca y dejarle
contemplar, únicamente, los puntos más altos de lo que él
consideraba “su” Extremadura, en la que ya no manda nada.
Es un insulto a la democracia que personas como esta puedan
abrir la boca, en presencia de su correligionario,
presidente del Gobierno de España. Y es un insulto al propio
PSOE, en el que cada vez hay menos montaraces del calibre de
Rodríguez Ibarra, y en el que el temple, con aciertos o sin
ellos, es la tónica que más intenta predominar.
Hace un par de días comentábamos con verdadera alegría el
hecho de que la vicepresidenta primera del Gobierno se había
mostrado sincera y segura de sus palabras, al afirmar que
tanto más sana será una democracia, cuanto más fuerte sea la
oposición que tenga el partido en el poder.
Pues bien, el señorito Ibarra, en Alange, cerca de la
capital de Extremadura se escandaliza de las palabras de
María Teresa Fernández de la Vega y se escandaliza porque la
democracia que propugna Rodríguez Ibarra es la democracia de
“esto se hace por mis ... y el que no esté a gusto que se
aguante”.
Uno que algo de eso de democracia debe entender, al menos en
teoría, aunque sólo sea por los años que pasamos en la
universidad en Ciencias Políticas, quiere ver la democracia
propugnada por Ibarra en aquellas democracias populares que,
afortunadamente, fueron cayendo una vez que cayó el muro de
Berlín.
Y si Rodríguez Ibarra tiene como modelo de democracia eso es
que todavía le faltan años para comprender, entender y
defender lo que son la democracias occidentales, de corte
liberal burgués. Por ahí no parece entrar el ex de
Extremadura, pero poco importa eso porque él hoy es
únicamente “la voz que clama en el desierto” y aparece, cada
vez menos ya. Los tiempos van dando paso a otros.
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