Mientras el gobierno marroquí
podría estar estudiando la puesta en libertad provisional de
los políticos islamistas detenidos en el “affaire Belliraj”,
según me confirman fuentes solventes, las fuerzas de
seguridad han cosechado otro importante éxito al poner
recientemente fuera de circulación, en Nador y Fez, a una
célula del salafismo yihadista integrada en la nebulosa
terrorista de “Al Qaïda en el Maghreb Islámico” y con
vínculos en Bélgica que tenía, entre otros objetivos, atacar
el Parlamento europeo, además de atentar en Marruecos contra
turistas (ojo al dato) y “malos” musulmanes.
El desmantelamiento de esta célula tuvo lugar,
simbólicamente, poco después del quinto aniversario de los
atentados del 16 de mayo en Casablanca, que supusieron la
voladura mediática del concepto de excepcionalidad marroquí.
Antes al contrario, las ramificaciones y el contexto social
en el que pudo desarrollarse esta ideología revelaron, al
menos, un peligroso laxismo de las autoridades y una directa
relación causa-efecto de la perniciosa política seguida por
el Makhzén en la época de Hassan II: primero, utilizando
obscenamente en las universidades del Reino al “islamismo”
como fuerza de choque contra la izquierda; y segundo, el
irresponsable oportunismo mostrado al hacer la vista gorda
ante la deriva terrorista que padeció Argelia tras la
ilegalización del FIS, permitiendo que por las permeables
fronteras del Marruecos Oriental se infiltraran células del
GIA buscando la seguridad del “santuario”; salvando las
distancias, algo parecido hizo Francia en su tiempo respecto
a España, con la banda terrorista ETA. ¿Hace falta
recordarlo?. En la ofensiva del terrorismo islamista,
Marruecos no es tan inocente (por la utilización pasiva del
mismo) como quiere parecer y, lamentablemente, tras la
ascensión al trono Alauí el joven soberano Mohamed VI empezó
a cosechar las consecuencias.
Pero además y en cuanto a la última célula desarticulada,
llaman la atención al menos tres aspectos que no suelen
subrayarse en las informaciones. Primero, la formación y el
nivel profesional de los detenidos: no son desarrapados ni
forman parte del lumpenproletariado o “fellahs” (campesinos)
desarraigados; esto echaría ya por tierra la teoría que
vincula al islamismo terrorista con la pobreza. Segundo, sus
raíces regionales: estamos hablando de gente del Rif, de
rifeños bereberes, normalmente no proclives (salvo por
intereses contrabandistas) a la ideología del salafismo
yihadista. Algo tendremos que revisar en los análisis.
Tercero, la deriva migratoria: los Países Bajos y, en menor
medida, España, son lugares tradicionales de la emigración
rifeña. La abierta y tolerante Ámsterdam bien pudiera ser
calificada junto a Bruxelas (donde residen más de 300.000
personas de origen marroquí), después de la histórica
Alhucemas, la segunda capital del Rif. Y ahí, en Europa, ha
crecido y se ha emboscado una “segunda generación” de
europeos (con padres marroquíes, no específicamente rifeños
y argelinos) alistada al terrorismo islamista, extendiendo
sus ramas hacia el mundo converso. ¿Sabe el lector cuantos
europeos de varias generaciones, de cristianas familias, han
tomado la senda de la “yihad”…?; sí, “la senda de Alláh”. El
portal ‘webislam’ bien podría hacer públicos los datos de
que dispone, ¿no te parece Yusef?
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