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OPINIÓN - LUNES, 26 DE MAYO DE 2008

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Pantomimas que se veían venir
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Estaba visionando el Festival de Eurovisión desde la perspectiva más cómoda que uno pudiera hallar: desde la amplia, blanda y acogedora postura semi tumbado en el sofá. Con un platito de almendras, anacardos, nueces y pasas al alcance de mi mano izquierda y un artístico vaso de cristal tallado en la otra mano, conteniendo un líquido de color ambarino que responde al nombre de Jack Daniel’s. A decir verdad, la puesta en escena de los técnicos televisivos del Festival fue un desastre. Los cantantes participantes se veían demasiado lejanos.

Confieso que esperaba, casi con ansía, la aparición de nuestros representantes pese a que no me gustaba esa canción de los números. Sólo me atraían las bailarinas, sobre todo la que comete más errores que la cúpula del PP. Mostrando el trasero con su minúscula braga al aire en esa caída ante un heterogéneo público de todos los país.

Que España quedara en el puesto 16 es lo de menos, podría haber quedado emparejada con Inglaterra y Polonia en los últimos puestos si no fuera por Andorra y otros países agradecidos. La composición de la actual Europa hizo posible esa aberración de los votos: países vecinos que se votan entre sí y para salvar las apariencias, votan con lo mínimo a los demás.

Que Andorra diera a nuestros representantes su máxima votación no nos debe extrañar. Somos los ciudadanos europeos que más invertimos en el pequeño país con nuestras compras y nuestros esquís. Esto mismo se aplica a los restantes países: votan a los de su órbita. Más claro no puede quedar.

Eurovisión sigue siendo un escaparate de asuntos políticos interesados. No votan el arte. Votan a la manera de la Junta Militar de Birmania –repito: me cuesta escribir el nuevo nombre del país- o sea, que votan a sus propios intereses.

No es que Rodolfo Chikiliquatre sea un advenedizo. Como cómico daría mejor papel en actuaciones directas en conciertos. No es adecuado para concursos, más aún si tenemos en cuenta que más de la mitad de Europa se toma el festival con cara de perro sarnoso, o sea muy en serio.

Como ya he escrito todo lo que quería escribir sobre ese Festival en decadencia como arte, paso como siempre al plano político.

Ya empieza a surgir la mala uva y el cachondeo padre a cuenta de Mariano Rajoy. Si yo fuera él, dimitiría con el premio de un puesto de asesor… ¿qué digo?, con varios puestos de asesor en empresas multinacionales punteras que hacen la putera a la gente con los precios, pero que le beneficiarían a él con las cosas blindadas esas.

El miedo aznariano, que padecían, y padecen, muchos de los políticos peperos afines a la línea dura del partido, está haciendo efectos en las broncas decisiones de los mismos. Ya piden la dimisión de Mariano en unos actos bochornosos e impacientes. Están dándole la misma medicina que el propio Rajoy pretendió dar a los socialistas. Esa es la pauta principal del Partido Popular: meter cizaña porque sí.

Si esperamos que en un futuro nos gobiernen esa clase de políticos, estamos aviados. El país será un inmenso ring donde se pelean componentes de un mismo equipo entre sí. La moderación es una palabra que no existe en el diccionario pepero, falta tanto como otra palabra: democracia. Salta a la vista.

La tozudez gallega de Mariano puede jugarle una mala pasada en un futuro muy cercano. Sus enemigos están creciendo como setas en octubre y quién le señaló con el dedo para sucederle en las aspiraciones peperas de gobernar es ahora su más acérrimo acusador. ¡Lo que son las cosas!

Más de uno, yo no desde luego, están esperando a que vuelva el impresentable a tomar las riendas efectivas del partido. La estatura da la talla para la misión a la que cree tener derecho de imponer al país. Ya hubo otro político de esa misma estatura que condujo al desastre a la nación que gobernó. Y no me refiero a ningún gallego.

Los más fieles escuderos de ese personaje insisten en ello a través de medios de comunicación.
 

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