El transporte por carretera ha
tomado fuerza, esto es un hecho. Por consiguiente, es normal
que el Parlamento Europeo se adapte a los nuevos tiempos y
adopte medidas. Unas normas servirán para facilitar los
procedimientos de control. Otras para reforzar el marco de
sanciones. Es lógico hacer justicia para que nadie se
desmadre. Es, por tanto, una medida congruente que la
Eurocámara respalde las propuestas de la Comisión Europea en
lo que se refiere a la contratación de gestores cualificados
de transporte y la retirada de licencias a los operadores
culpables de delitos graves. El Parlamento Europeo,
siguiendo esa misma coherencia, también se muestra a favor
de elaborar una lista de infracciones que pueden llevar a la
suspensión o la retirada de las autorizaciones, así como la
inhabilitación de los gestores de transporte “negligentes” o
“maliciosos”.
Aparte de que las empresas de transporte demuestren su
solvencia económica para hacer frente permanentemente a sus
obligaciones financieras, hay que ir más allá, y me parece
esencial que los gestores tengan que demostrar su
competencia profesional, que pasa por ejercer la actividad
con relevante capacidad y aplicación. Han de fundamentar la
toma de decisiones en los datos e información y no tanto en
las opiniones, siempre subjetivas, en la intuición, en la
posible experiencia. Además, como toda actividad
empresarial, el transporte por carretera tiene repercusiones
medioambientales. Su herramienta de trabajo, el camión,
tiene una connotación de peligro, de contaminación, de
ruido, entre otras molestias. El hecho de que la misma
sociedad rechace cada vez más las actividades irrespetuosas
con el medio ambiente, pienso que lo que debe hacer es
impulsar a las organizaciones de transportes a ser más
exigentes consigo mismas, considerando la gestión social y
medioambiental como un elemento más en su estrategia de
mercado.
En un mercado, pues, como es el del transporte de mercancías
por carretera de grandes dimensiones, con un elevadísimo
volumen de transacciones anuales y en constante estado de
evolución, es sustancial un nivel de transparencia
organizativo y de control de esa organización. La paradoja
quizás sea que se aplican demasiados impuestos en el
transporte. Y que, a veces, se olvida de la persona. Es
cierto que una pieza fundamental es la empresa, pero también
el camionero, gentes que van de acá para allá, no siempre
por carreteras en buen estado, todo hay que decirlo,
deseosos de llegar al destino, sufriendo todo tipo de
inclemencias, salvando obstáculos –somos un país en
permanente obra-, y con muchas horas de soledad a las
espaldas. Ellos son la verdadera imagen del sector.
Curtidos al volante los camioneros cuentan los kilómetros,
como esos caminantes que van haciendo camino al andar,
esperan el abrazo de la misión cumplida y el aliento de su
familia. Suelen ser personas solidarias y con una buena
dosis de paciencia. Necesitan aguante, sobre todo para
sobrellevar la serie de etiquetas que la gente tiene sobre
la profesión y, después, cierta dosis de sentido del humor
para resistir los malos tragos. Al igual que el hombre nace
libre, responsable y sin excusas; también el auténtico
profesional del volante, el vocacional que siempre ha soñado
ser camionero, nace y luego se hace, ángel de la carretera,
consciente de lo que lleva y consecuente con lo que hace.
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