Legar a una liguilla de ascenso, hoy en día Play Off, no es
tarea fácil para ningún equipo. Aquí se juega a cara de
perro y no hay espacio para el error. Toda una temporada, la
de los 16 equipos que llegan a esta fase, tras muchos
sacrificios, esfuerzos y fuerte inversión económica puede
quedar en nada si en un abrir y cerrar de ojos algún jugador
no da la talla, o si un árbitro tiene una ‘mala tarde’.
Son muchas las esperanzas depositadas hacia el ilusionante
objetivo del triunfo que da lugar al ascenso de categoría, y
el Ceuta tiene experiencias vividas como para pedir que los
árbitros cumplan con la sóla labor de impartir justicia
deportiva y no repartir errores injustos
Esta tarde, la AD Ceuta, inicia el camino de su quinta fase
de ascenso, el quinto intento [no hay quinto malo] de
alcanzar la Segunda División A del fútbol español. Atrás
quedaron amargos sinsabores como el ácido recuerdo de Ferrol.
Allí un árbitro se erigió en triste protagonista al
arrebatar al equipo ceutí lo que en el campo y por fútbol
desplegado se había ganado.
Y es que, ninguno de los 16 equipos que luchan por el
ascenso se merecen sufrir por un puntual y determinante
yerro arbitral que eche por tierra las ilusiones y las
ambiciones justas de un colectivo [el que sea], de
jugadores, cuerpo técnico, directiva y afición.
A lo largo de una temporada regular, el error puntual de un
colegiado en contra puede compensarse con otro, semana más
tarde, a favor. Hay tiempo para recuperarse, hay semanas y
partidos para remontar. Pero en una fase de ascenso como la
que tenemos por delante, un error puede ser crucial, clave,
trascendente, definitivo y llevarse por delante todo el
trabajo desplegado [por el club que sea] a lo largo de una
temporada planificada.
A partir de las ocho y media salta al terreno de juego para
administrar justicia deportiva, Mario Melero López, un
árbitro andaluz que deberá ejercer de justo trencillas y,
sobre todo, alcanzar su primordial objetivo como colegiado:
que nadie se acuerde de quien dirigió el encuentro una vez
concluido. Es decir, pasar desapercibido absolutamente.
No hay nada más injusto y que cause mayor impotencia que la
predisposición de quien en su mano tiene la posibilidad de
arrebatar a golpe de silbato lo que el fútbol intenta
ganarse en el campo y, además, lo haga.
No debe ser una teoría infalible el que el juez tenga que
ser, por decreto, el protagonista de un partido.
El árbitro tiene la responsabilidad y la obligación
deportiva de no involucrarse en el resultado final.
Es el deseo de todos que el andaluz Melero López no nos de
nada, pero que tampoco nos lo quite. A partir de ahí que sea
sólo el fútbol el que guíe la eliminatoria. y que el árbitro
se acueste con la conciencia tranquila.
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