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OPINIÓN - VIERNES, 23 DE MAYO DE 2008

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

¿Cómo afrontar el final de curso?
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

El informe Pisa, recientemente dado a conocer, significó un claro revés para nuestros intereses educativos. Tuvimos que admitir las deficiencias de nuestro sistema. El alto índice de fracaso escolar se convirtió en noticia. Ahora, cuando estamos remontando el último trimestre, quizás sea el momento para nuestros escolares de remontar y llegar al final, consiguiendo los objetivos propuestos. Claro, que es mucho más fácil que un mal estudiante dé la campanada y se vaya limpio al verano, que no que uno bueno se desfonde a estas alturas. Por lo tanto, de cómo afrontar con opciones ese último tirón, de trazar las estrategias necesarias depende el éxito final.

En el caso de que se haya utilizado el criterio de evaluación continua, los responsables tendrán que reforzar a aquellos alumnos que se encuentren sin haber dominado los objetivos de las materias correspondientes. Para estos tendrán que seleccionar aquellos de mayor significación, los que revistan mayor importancia, bajo la denominación de “objetivos mínimos”.

Un análisis superficial, en aquellos casos de no conseguir esos objetivos mínimos, nos lleva al siguiente diagnóstico: la mayoría, aún disponiendo de todos los elementos para que el fracaso no se produzca, como buena capacidad para el aprendizaje, buena condición física y psíquica, se encuentran con no saber planificar el tiempo, ni se fijan un horario, ni se marcan objetivos o no los cumplen, o no terminan a tiempo el trabajo propuesto.

Para algunos expertos, en aquellos casos de enfrentarse el alumno con pruebas finales, no recomiendan la gran “empollada” de la noche anterior al examen. Es una inutilidad. Sobre la necesidad de fijarse un calendario con el qué y cuánto de las materias a abordar, y de saber cuál es la curva de estudio de cada uno, “hay quien arranca fuerte y luego decae, por lo que se debe empezar con lo más duro y dejar para el final lo más fácil, entrando en materia poco a poco”.

A pesar de caer en el riesgo de ser reiterativo, es conveniente utilizar una estrategia demasiado conocida: “Para leer entendiendo, subrayar ideas claves, realizar esquemas detallados, memorizando el esquema, unos días antes del examen, en cuanto se refiere a las materias de estudiar, como Historia o Ciencias Naturales. Y para tener clara y estudiar la teoría, volver a realizar los ejercicios hasta que salgan bien por lo que se refiere a las asignaturas de “practicar”, como Idiomas o Matemáticas. Pero con la condición de una total implicación del propio alumno y de su familia. El apoyo familiar es fundamental en el control del trabajo y, por supuesto, en la planificación.

En esto del apoyo familiar, según un reciente estudio sobre indicadores de la educación del Instituto de Evaluación, un 78% de alumnos de Primaria y un 69% de alumnos de Secundaria, no reciben apoyo familiar ni externos en sus tareas. Los expertos precisan que “no es tanto ayudarles en los deberes, sino organizarse el tiempo y el espacio. Lo importante es procurarle un ambiente favorable en el que se sientan cómodos, puedan concentrarse y no estén aislados. Los padres juegan un papel primordial, pero no como “colegas”, ni como “agentes de seguridad”; el diálogo es fundamental”. En síntesis, se “trata de un esfuerzo a tres bandas”: tutor, padres, estudiante. A éste último hay que implicarlo, comprometerlo y responsabilizarlo.

La transición a Secundaria puede provocar un bajón por las causas más variadas: las hormonas se disparan, los intereses cambian; ahora les va a apetecer menos estudiar y más salir con los amigos –los repetidores tienen un aspecto físico más atractivo y pueden ejercer de líderes-. Otras veces el problema viene de más atrás, de Primaria. “Nos podemos encontrar con un tipo de alumno listo que deja todo para el final y aprueba. Cuando el nivel aumenta, ya no lo puede superar estudiando sólo en los últimos minutos”.

Si los padres ven que realmente pueden ayudar a sus hijos, que se pongan ya a apoyarlos en el estudio, sin perder más tiempo. Pero si concluyen que la situación se les ha ido de las manos, “es mejor que acudan a un profesional-profesor particular que lo asesore y oriente”. Al maestro corresponde, “colaborar con la familia para llevar a cabo un trabajo conjunto con el doble de eficacia, contactando con el profesional que esté llevando al niño fuera del colegio (recuerdo uno de los casos protagonizado por unos padres, en mi última etapa como profesional, que recurriendo a última hora para “salvar” a su hijo, encontraron una profesora para apoyarle en estos momentos críticos; se trataba de una colaboradora, que todas las semanas, al comienzo de una programación, en el horario de atención a padres, nos reuníamos para trazar las estrategias conjuntas y “salvar” al alumno. El objetivo se consiguió, en las Áreas de Matemáticas y Ciencias Naturales).

Por último, muchos padres para motivar a su hijo, lo hacen con un regalo de fin de curso, a veces desproporcionado. Con ello se inaugura el capítulo de prácticas erróneas o contraproducentes, en las que suelen caer los padres. Es mejor ofrecer pequeñas recompensas a lo largo del año, que no por un resultado final. Tampoco resultan útiles los reproches ni los castigos. Lejos de atenuar o extinguir las conductas castigadas, las convierten en apetecibles, y conllevan efectos colaterales de ira y frustración tremendamente negativos…
 

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