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OPINIÓN - VIERNES, 23 DE MAYO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

El delegado es comedido y reservado
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El conocido de turno, que se las da de fisonomista, me pregunta: “¿A que no sabes a quién se parece el nuevo delegado del Gobierno?”.

-Pues no...

-Es el vivo retrato de Palomo Linares.

-Si lo dices tú...

Y a partir de ahí comenzamos a pegar la hebra en relación con el protocolo que se produce cada vez que toma posesión de su cargo un delegado del Gobierno. Hablamos de las visitas al edificio de la plaza de los Reyes y de cómo los visitantes les cuentan a los periodistas la impresión que les ha causado, en este caso, José Fernández Chacón.

Mi interlocutor, que suele estar tanto de cuanto acontece en la ciudad, presume de saber de buena tinta que Fernández es reflexivo, comedido, y reservado hasta límites insospechados. Vamos, que en muchos momentos parece miembro de la cofradía de los lacónicos.

Lo que tú me quieres decir es que el utrerano en nada se parece a esos andaluces que con su carácter jovial tratan de deleitar a cuantas personas le van presentando. Lo cual no significa que vaya a ser una copia de Jerónimo Nieto: aquel delegado revestido de tristeza infinita y contagiosa. Porque de ser así, apaga y vámonos.

Mi conocido me echa en cara que yo aproveche cualquier resquicio para tratar mal al abulense Nieto. Y que tiene la impresión de que éste se me atragantó cuando cometió la torpeza de reunirse cada semana con tres o cuatro paisanos surgidos del frío, que le contaban la vida de Ceuta y de sus ciudadanos, a beneficio de intendencia. Haciendo uso y abuso de lo que se conoce por el cuento del alfajor.

Puede ser... Pero has de saber que algo desagradable debí ver yo en el comportamiento de Nieto cuando terminé por ignorarlo. Una postura rara en mí. Que nunca me he distinguido por criticar acerbamente a los delegados del Gobierno, cuando se les acusaba de cometer errores. Más bien todo lo contrario: siempre he estado dispuesto a favorecerlos, dentro de mi modestia, porque comprendo que esta ciudad los sigue viendo como virreyes. En el peor sentido de la palabra.

En cambio, Manolo, no sé que le viste a Jenaro García-Arreciado para hacerle el artículo más de una vez. Ya que ni siquiera te relacionabas con él. Bueno, la verdad por delante, tú nunca has sido muy dado a frecuentar ni a los delegados ni a los políticos en general. De hecho, cuando sales a relucir en alguna conversación, te tachan de ser muy tuyo..., ya me entiendes.

De García-Arreciado me agradaba su temperamento sanguíneo. Cuando creía que le estaban tocando los huevos, que no eran pocas veces, salía en tromba a defenderse con violencia. El onubense, en esos minutos de ira, decía lo que sentía y se hacía tirabuzones con la diplomacia y las buenas maneras. Era auténtico. Y, por lo tanto, carecía de peligro en cuanto se le pasaban los diez minutos coléricos. No me sorprende, pues, que el Gobierno haya enviado a una persona diametralmente opuesta. Capaz de rivalizar en buenas maneras con Juan Vivas. Un delegado que dé los buenos días con lacónicas palabras y que haga de los silencios sonoros un arma letal. Un lidiador. Tiene tipo de torero.
 

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