Leyendo ‘El cuaderno gris’ de
Josep Pla, una vez más, llego a la página 135 donde dice que
la cosa más fina que él ha leído sobre política se encuentra
en las Conversaciones de Goethe y Eckerman.
Eckerman: “Napoleón debió poseer un poder de
seducción excepcional, ya que todos los hombres se le ponían
inmediatamente al lado con entusiasmo y se dejaban dirigir
por él”.
Goethe: “Sin duda, su personalidad era superior. Pero la
razón principal de su poder de atracción consistía en esto:
que los hombres estaban seguros de conseguir sus fines
guiados por él. Por esto se le adhirieron, como se adhieren
a aquel que les infunde una creencia análoga: Los actores se
adhieren a un director nuevo cuando creen que les dará
buenos papeles. Es una vieja historia, que se repite
perennemente: la naturaleza humana es así. Nadie sirve a
otro porque sí; pero si cree que sirviéndole se sirve a sí
mismo, entonces lo hace a gusto. Napoleón conocía
perfectamente a los hombres y sabía sacar de sus debilidades
el partido conveniente”.
Cada vez que leo este fragmento, confieso que Juan Vivas
debe estar orgulloso de cómo le sirven todos los componentes
de su equipo de Gobierno. Por supuesto que Vivas no es
Napoleón -todavía pienso que no he perdido la chaveta del
todo-; pero sin su concurso el Partido Popular no ganaría
esas batallas electorales, con la rotundidad que él las
viene ganando. Y, por lo tanto, los diputados no estarían
disfrutando de esos cargos tan bien remunerados como
influyentes.
Sin embargo, me imagino que esos mismos diputados
demostrarán cada día la más absoluta lealtad a Pedro
Gordillo. Por razón sencilla: un político que tenga que
vivir de su cargo -o bien que viva de éste infinitamente
mejor que lo haría en la empresa privada o como funcionario,
que a su vez depende del líder de su partido, en este caso,
Gordillo, no deja de ser un siervo absoluto de su partido y
un peligro para el ciudadano. (Lo de siervo absoluto de su
partido y un peligro para el ciudadano, lo he tomado
prestado de un ensayo de Gabriel Albiac).
Con lo expuesto, me da la impresión de que los diputados
populares viven en permanente estado de tensión; en un ay
fatigoso y perjudicial para su salud; a fin de evitar
cualquier muestra de simpatía hacia uno de los líderes, que
a su vez, sea mal vista por el otro. Con las desastrosas
consecuencias que una metedura de pata de semejante calibre,
podría acarrearles.
En estos momentos, me consta que Gordillo lo está pasando
mal. Porque cree que algunos de sus más fieles servidores le
están juntando chinitas con los pies. O sea, que le están
preparando una traición. Y, como él es de natural vehemente,
se encabrita y acude a estrellarse contra el rompeolas
formado por sus enemigos. Verdad es que el enfurecimiento le
dura diez minutos al presidente del partido y también
vicepresidente de la Ciudad –en suma, político poderoso-;
pero son minutos que lo ponen al borde del disparate y le
hacen mostrarse tal y como desean sus contrarios que lo
veamos. Es decir, intentan por todos los medios sacarle de
sus casillas para que se retrate con los ojos encarnizados;
la palabra faltona; el rostro contraído; y, sobre todo, para
quitarle el sosiego conveniente. Porque hombre cegado es
presa fácil. ¡Cuidado, Pedro!... La política es una larga
paciencia; un largo saber esperar.
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