Obvio es que nuestra ciudad no
tiene los Pirineos al alcance de las ruedas del coche. Como
mucho, tiene al alcance de la vista el Jebel Musa, en
Marruecos, del que se han aprovechado en tiempos pretéritos
de la “Mujer Muerta” o “Atlante Dormido” o “Elephas” ¿En qué
quedamos si ninguno de esos nombres es propiedad de la
ciudad?
Escribo el anterior párrafo porque hecho de menos las
maravillosas vistas de los Pirineos en éste tiempo. El
deshielo siempre ha resultado, para mí, un espectáculo
formidable y espectacular, llenando, de paso, los embalses.
Ahora no ocurre lo mismo, ha nevado poco allá.
Como estoy en Ceuta, mi ciudad de siempre quiera que no, y
esos espectáculos naturales quedan en la retina de mis
recuerdos y me tomo la vida con filosofía reservándome los
viernes para mí. Es un acuerdo tácito con el resto de mi
familia y ello conlleva que cada vez nos llevemos mejor.
Un viernes en mi vida significaba, y significa, el desahogo
de una semana estresante cargada de obligaciones para todo
el contexto de la sociedad. Desde lo laboral, hasta lo
social pasando por los deberes familiares.
Un viernes en mi vida, significa que me reúna con los amigos
y conocidos para hablar de todo lo divino y humano que
pudiera caber en las relaciones conversacionales entre
personas. Si es entre copas, mejor.
Durante mis largos años de estancia fuera de Ceuta y durante
mis frecuentes reuniones con gente de toda clase, nunca pude
observar una camaradería entre gente dedicada al servicio de
la ciudadanía mediante la información como la que pude
observar entre los profesionales de nuestro diario “El
Pueblo de Ceuta” y otro medio de información.
No soy, ni de cerca ni de lejos, un libertino. No tengo
pinta de funcionario estatal con querida en piso comprado
con dinero birlado, mientras la mujer reza el rosario con
gesto compungido pero con el ceño fruncido. No tengo amante
con la que dar el pego en una sociedad apolillada e
hipócrita que no se atreve a zanjar los asuntos íntimos por
el qué dirán. No soy alcohólico ni estoy afiliado a los
Anónimos.
Aclarado quién soy, voy dado a disfrutar plenamente en
momentos puntuales y ello conlleva que me reserve los
viernes tomándolos como un sacrificio más en el incierto
deambular de la vida. Incierto porque nunca se sabe qué
deparará el futuro. Eso lo dejo a los santeros y santeras,
que con algo han de comer en ésta perra, para ellos, vida.
Un viernes cualquiera. Un viernes en que me meto en una
taberna cuyos camareros, perdón, barmans se desviven por los
clientes. Un viernes en que tomo birras sin pasarme pero que
vienen acompañadas por suculentas tapas que hacen despreciar
las mejores cenas. Un viernes en que los amigos nos
desahogamos en confidencias que no se utilizan para
informar. Un viernes en que las mujeres lucen sus más bellas
sonrisas dibujadas en unos rostros iluminados y que hacen
menos malos al mismo viernes. No al de Robinson Crusoe sino
al propio viernes de la semana.
El de Crusoe no tiene pasta para la birra. Y uno no está
como para regalar birras a todos los Crusoes llegados. Menos
ahora que Hacienda aprieta.
Uno ve, en el casi ocaso de su vida, a un grupo de jóvenes
profesionales del periodismo envueltos en los aromas de la
camaradería arropada por las bebidas, con las sonrisas a
flor de labios y ojos chispeantes de alegría… ¿qué puedo
decir? Absolutamente nada. Solo alegrarme de que existan.
Saltando de tema, recuerdo ahora que hace unos años escribí
un artículo de opinión sugiriendo a nuestras autoridades que
crearan una naviera propia de la Ciudad. Ignoro si leyeron
el mencionado artículo pero creo que ahora lo toman como un
proyecto serio.
Estas cosas son las que tiene que hacer la Ciudad y sus
autoridades. Crear empresas y con ello incrementar puestos
de trabajo y de paso ganarse el favor de otros entes. Con
decir sandeces no se come, se llora. Lo que es lamentable.
Y que lo digan Vds.
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