En la política local impera el
adocenamiento y lo ordinario. Aunque viendo como está el
patio nacional, ningún trabajo cuesta pensar que en
cualquier otro estamento hay gente más valiosa. Porque si no
fuera así, apaga y vámonos. Ahora bien, en medio de la
mediocridad a todas luces existente, el que el presidente de
la Ciudad no haga una política de gritos es, sin duda, como
para que nos demos con un canto en los dientes.
De no ser así, tendríamos que soportar plenos donde primaran
los gritos, los insultos, las amenazas... Y se hiciera
necesaria a cada paso la intervención de la policía
correspondiente. Todo ello ocurría no hace mucho tiempo.
Cuando en el Ayuntamiento reinaba lo chabacano como algo
habitual.
De ahí que me desconcierten las declaraciones de quienes
hablan de ese pasado como si hubiera sido edificante. Y, por
si fuera poco, ensalzan a los políticos de esa época. Y
hasta pretenden colarnos por lumbreras a algunos de los que
sólo eran unos aprovechados de la politiquilla que hacían
para darse una vidorra. Cabe decir lo de vaya tropa...
Pedro Gordillo, por írsele la olla cuando habla, en
bastantes ocasiones, está sirviendo de mofa pública por
parte de quienes, precisamente, andan empeñados en destacar
a sus parientes políticos de aquel tiempo donde las grescas
entre concejales eran tan sonadas y virulentas, que a las
señoras les daban soponcios y los señores se tocaban de los
nervios y perdían el oremus.
Basilio Fernández debe acordarse de lo que estoy
diciendo. Y qué decir de Antonio Francia. Y harían
muy bien en aprovechar cualquier oportunidad para contárselo
a los jóvenes que hablan de los políticos actuales, como
seres insignificantes comparados con los de los años ochenta
y noventa. Ambos saben perfectamente a qué me estoy
refiriendo. De modo que es preferible dejar a los muertos en
paz. Y hablar de los vivos.
Vivo y coleando está Mohamed Alí. Pero de él comentan
en tertulias y corrillos, que se ha equivocado lo indecible
en los últimos tiempos. Que ha estado a merced de los
vientos como la flor del vilano. Y que a buen seguro será
otra víctima de esa mano negra que pone y quita delegados
del Gobierno en Ceuta, como si tal cosa. Fernández se
refiere a ella como La mano que mueve la cuna. Unos dicen
que es Antonia María Palomo, otros que Salvador de
la Encina; pero la verdad del cuento, mamita mía, yo no
la sé como quisiera. Por más que la intuya.
En realidad, Alí debe andarse con tiento. No vaya a ser que
los socialistas le jueguen una mala pasada, si se
desentienden de lo que Jenaro García-Arreciado acordó
con él. Y ya tenemos a los populares bañándose en agua de
rosas. Menuda satisfacción se llevaría Gordillo, caso de
ocurrir lo reseñado. Por razones obvias.
En lo tocante al presidente de la Ciudad, cumple su guión
con minuciosidad: continúa sin levantar la voz pero cada día
manda más y se equivoca menos. Mejor dicho: no se equivoca
nunca. Ya que su política está planificada para que los
errores sean cometidos por los demás. Pues su liderazgo no
debe sufrir menoscabo alguno. Y estoy seguro de que el
delegado del Gobierno, José Fernández Chacón, habrá
salido de la entrevista mantenida anteayer en el despacho de
Vivas, convencido de que éste es encantador. Pero
haría muy bien en no decirle ni pío a la señora Palomo. Ojú...
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