Tras regresar de El Rocío –a
propósito: me imagino que Juan Vivas sabrá cómo
mueren en la aldea los caballos por los malos tratos que
reciben de romeros devotos (!) de la Señora de las
Marismas-, el presidente de la Ciudad no ha parado de
presidir reuniones y de estar en acontecimientos donde su
presencia es siempre festejada por todo lo alto.
Al presidente de la Ciudad, cuando está en su sitio, se le
suele amontonar el trabajo. No es extraño, pues, que en
cuanto se le presenta la ocasión se apunte a cualquier sarao
que lo inviten. Espero que no se le ocurra aceptar la
invitación de ningún pueblo donde tirar a la cabra desde el
campanario sea aún el mayor espectáculo dentro de las
fiestas tradicionales del lugar.
Y es que Vivas ha dado siempre muestras de sensibilidad. Por
ello, me cuesta trabajo imaginármelo metido en el fragor de
una romería en la cual los animales mueren por agotamiento,
por inanición y porque muchas bestias cabalgan a los
corceles sin otorgarles descanso y hasta los dejan
derretirse al sol de una tierra donde mucha gente suele
perder los estribos entre rezos y cánticos. Auténtica
cultura. Tradición insuperable. Fe mariana.
La sensibilidad de Vivas hizo posible, por ejemplo, que
José Antonio Alarcón volviera a su tajo. Lo consiguió en
enero pasado, cuando, al fin, el bibliotecario municipal
decidió que ya era hora de reintegrarse a la Biblioteca
Municipal. En vista de que Juan Luis Aróstegui se
había hartado de soportar que el segundo de a bordo en
Comisiones Obreras y en el PSPC fuera, además, el hombre de
más confianza del presidente de la Ciudad. Es decir, el
asesor por antonomasia de éste en la sombra.
Desde entonces, y dado que el bibliotecario municipal no
tiene ya por qué esconderse de nada ni temer tampoco a que
destacados sindicalistas de la Unión General de Trabajadores
lo traten, como otrora, desconsideradamente, el papel de
Alarcón ha subido muchísimos enteros. No en vano, antes
pasaba muchos apuros a la hora de torpedear cualquier
movimiento contrario a los intereses de la Ciudad y que
pudieran distraer la atención de su presidente.
En estos momentos, y tras haber hecho las paces con Pepe
Mata –gracias a los buenos oficios de Vivas-, antaño
enemigo irreconciliable de Alarcón, me dice mi interlocutor
de turno, que al bibliotecario no hay quien le tosa. Que
está que se sale. Y que entre sus amistades no ha dudado en
reconocer que la decisión tomada en enero, o sea, la de
regresar a su puesto de trabajo, tras estar 13 años más o
menos sesteando, ha sido un acierto enorme.
Verdad es que el presidente de la Ciudad ha perdido a su
hombre infiltrado en Comisiones Obreras y en el partido de
Aróstegui, pero ha ganado a un funcionario de su cuerda y a
alguien que ya está trabajando para que el muchacho que
firma el ‘Dardo de los Jueves’ reconsidere su postura y
acabe hocicando, más pronto que tarde, en el regazo de
Vivas.
Mi interlocutor, que tiene ya muchas horas de vuelo en el
interior del edificio municipal, me adelanta lo siguiente:
fíjate si tiene poder Vivas, que pronto veremos a José
Antonio Alarcón, a Manuel González Bolorino y a Juan
Luis Aróstegui, sentados en el plató de la televisión del
segundo, haciéndoles el artículo al presidente de la Ciudad.
Y, si me apuras un poco, soy capaz de decirte que estos tíos
son incluso capaces de afiliarse al PP. Vaya exageración...
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