Hace un año le pregunté a
Antonia María Palomo si conocía a sus enemigos más
cercanos. Y ella salió por peteneras. Y por consiguiente, me
vi obligado a recordarle que quien no conoce en el partido a
sus enemigos más cercanos, está abocado al fracaso. Pero
siguió en sus trece, la entonces candidata a la Presidencia
de la Ciudad. Lo que nunca sabré es si ella barruntaba ya
que todo se iba al garete, debido a que estaba cometiendo
errores de bulto en la campaña electoral. Y, sobre todo,
porque los desafectos a su persona y a su manera de entender
la política, que eran muchos, pusieron poco empeño en
ayudarla.
Finalizada las elecciones, con otra victoria absoluta de
Juan Vivas, la secretaria general de los socialistas
renunció a su cargo. Y lo hizo con firmeza. Sin aspavientos
absurdos. Y, desde aquel día, no ha habido manera de sacarla
de su mutismo. Menudo silicio para quien se ha distinguido
siempre por su facundia. Lo cual demuestra que cuando quiere
es mujer que sabe dominar la sinhueso.
Mas su silencio debió equivocar a sus enemigos. Dado que
Palomo comenzó a hacer trabajo de zapa en los sitios
adecuados. Y, claro, sus maquinaciones ocultas dejaron ya
tocado a Jenaro-García Arreciado nada más cumplir
éste un año como delegado del Gobierno.
El primer enfrentamiento entre la otrora secretaria general
de los socialistas y el delegado del Gobierno se produjo,
precisamente, durante la celebración de la I Feria de la
Construcción. Y a partir de ese momento, la desconfianza
entre ambos se hizo patente. Crisis que se agrandó con los
malos resultados en las urnas.
García-Arreciado, sin embargo, creyó que la dimisión de la
secretaria general era porque ésta se daba ya por vencida. Y
cometió el imperdonable error de poner en duda la capacidad
de AMP para maniobrar en la sombra contra él. Tal y como le
habían contado que hizo, en su día, con Jerónimo Nieto.
Y, además, confió ciegamente en el clan de los ceutíes,
afincados en la Bahía gaditana. Y, cierto es, se equivocó de
pe a pa.
Y es que tanto Salvador de la Encina como José
Carracao, diputado y senador, sabían de sobra cómo se
estaba moviendo su compañera, Palomo, entre bastidores. Y no
le dijeron ni pío ni a García-Arreciado ni tampoco a
Clemente Cerdeira. A los que, según tengo entendido,
detestaban cordialmente. He aquí, pues, la trama que ha
hecho posible un cambio total en la Delegación del Gobierno.
Un cambio que también se ha llevado por delante al jefe de
Gabinete, Cerdeira.
Lo cual ha propiciado que Sergio Moreno se haya
convertido en el nuevo jefe de Gabinete. Algo que estaba
cantado. Por haber sido durante muchos años uña y carne con
la señora Palomo. Moreno es cercano, amable, y dispuesto
siempre al diálogo. Me imagino lo mucho que se estará
alegrando de haber dimitido de su cargo a la par que lo
hiciera del suyo su compañera Antonia María, en mayo del año
anterior.
En lo tocante al nombramiento de Rocío Abad, como
miembro del gabinete de José Fernández Chacón, debo
decir que me ha causado extrañeza. Su valía está demostrada.
Pero en su contra tenía que nunca trató bien a Antonia María
Palomo. No la podía ver ni en pintura. Tal es así que
recuerdo haberlo escrito en su día. En fin: la vida es una
noria...
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