La II Feria de la Construcción ha
sido un perfecto ejemplo de cómo hacer las cosas bien con
unos recursos moderados. La organización del evento, que ha
contando con una ayuda pública exigua, se ha visto obligada
a agudizar el ingenio y, contando con la colaboración de
todas las empresas, incluida esta, que instalaron sus stands
en el Parque Urbano Juan Carlos I.
A la espera de cómo se traduzca el acontecimiento en la
cuenta de explotación de las empresas del sector
participantes, que han gozado de tres días para establecer
contactos con clientes y suministradores tanto de la ciudad
autónoma como de la península, el hecho puede ser valorado
sin exagerar como un éxito indiscutible que además ha gozado
de una climatología benigna.
De entrada, constructores y demás participantes en la II
Feria de la Construcción han demostrado que, aún con un tema
central tan aparentemente árido para el gran público como
este la triste imagen desértica que acostumbra a presentar
Ceuta durante los fines de semana y muy especialmente los
domingos es reversible.
La afluencia de público registrada ayer, tanto de
profesionales, afines o relacionados con la construcción
como de ciudadanos comunes y corrientes sin más vinculación
al sector del ladrillo que la de cargar con una hipoteca o
estár pensando en hacerlo.
Lo exiguo de la subvención recibida también pone de
manifiesto que es posible hacer cosas sin que todas las
facturas vayan a parar a la Administración pública, una
costumbre que acaba atenazando la iniciativa personal,
sectorial y empresarial. La ciudad necesita de más eventos
de este tipo, pequeños-grandes motores de dinamización
económica, pero también social, para mantenerse viva y no
limitarse a ser una especie de ciudad-dormitorio de lunes a
viernes que un importante porcentaje de la población
abandona en cuanto suena la campana del fin de semana.
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