Las políticas sociales aún no
tienen el mismo valor que las políticas económicas. Es un
hecho tan real como la vida misma. Un desnivel galopante que
habría que haber corregido hace ya tiempo. La protección
social suele llegar tarde, mal y nunca. No sabemos si por
desconocimiento del ensanchado problema de la exclusión
social, a pesar de que se nos diga que las diversas
administraciones están cercanas a todos los ciudadanos, o
porque no hay medios económicos librados para socorrer
tantas angustias. Lo cierto es que el bienestar es un manjar
del que no todos los ciudadanos disfrutan. Esa es la pura
verdad.
Lo cierto es que resulta básica la política social si
queremos avanzar todos con todos. Hasta ahora más bien
brilla por su ausencia, a pesar de tantas ventanillas
protectoras y de tantas leyes sociales. Siempre se ha dejado
de lado frente a los grandes retos económicos. No ha sido
cuestión de verdadero interés político, sólo se ha quedado
en las buenas intenciones, en la letra impresa, en vendernos
historias de amores imposibles. Hacen falta más hechos y
menos palabras, tomar la voluntad política social como
realidad preferente para que se produzca la inclusión
activa.
Integrar la lucha contra la discriminación y la exclusión
social en todas las políticas públicas supondrá corregir el
desnivel que tienen unos ciudadanos en relación a otros. De
poco sirve crear Ministerios, Consejerías o Concejalías, si
luego la política económica usa herramientas
discriminatorias y nada hace para que el aumento del
desempleo y la crisis no se cebe con los que menos poder
adquisitivo tienen. Voces autorizadas dicen que España es
uno de los países europeos al que más afectará la crisis
mundial. Mucho me temo que los grandes sufridores volverán a
ser los mismos de siempre, esa clase obrera con empleos en
precario y que no ha sido capaz de levantar cabeza en la
época de bonanza.
Y es que, a la política económica española, le ha faltado
expandir oportunidades e ilusionar. Realmente ha fallado a
la hora de llevar a buen término una auténtica política
social capaz de propagar entre los sectores más deprimidos
su potencial productivo ligado a un potencial auténticamente
formativo. La única manera de integrar a los marginados pasa
por la redistribución, lo que requiere políticas capaces de
articular lo social con lo económico, la formación con el
desarrollo. Mucho me temo que el desnivel va a seguir
creciendo, sencillamente porque una política social para
toda la sociedad, en una época de crisis como la actual, le
va a costar muy mucho pasar del papel a los hechos. Levantar
a esa población que pervive en el permanente riesgo social
no es cuestión de Ministerios, más bien de universalizar
sistemas de protección social y servicios asistenciales.
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