Como ustedes saben, hoy tomará
formalmente posesión de su cargo en el despacho de la Plaza
de los Reyes y ante la ministra Salgado el nuevo Delegado
del Gobierno en Ceuta, José Fernández Chacón, con se
presupone la presencia de las primeras autoridades de la
Ciudad Autónoma: el Comandante General y el Presidente (pero
sobre todo alcalde) de la misma, Juan Vivas. Se va con unas
discretas palabras el locuaz Jenaro García Arreciado (“mi
tiempo ha pasado y es hora de salir del escenario”), quizás
camino de alguna sinecura mientras se queda a verlas pasar
(se especuló tras las últimas elecciones con su nombre para
el puesto) mi estimado amigo Clemente Cerdeira. El nuevo
representante del Gobierno de la Nación en esta querida
ciudad, geográficamente africana pero de hondas raíces
españolas, proviene de un puesto de similar rango en Melilla
donde se ha ido por la puerta grande y, hasta donde sé, con
una crítica favorable, lo que no es poco bagaje y
representa, además, una excelente carta de presentación. No
todos los delegados del Gobierno pueden decir lo mismo. Sea
pues el doctor Fernández Chacón cordialmente bienvenido a
una Ceuta que deberá afrontar, en el próximo ejercicio,
retos fundamentales para su futuro inmediato bajo los
colores de la bandera roja y gualda.
En un libro publicado hace tres años por la editorial
L´Harmattan escrito por el profesor Yves Zurlo titulado
“Ceuta et Melilla: Histoire, représentations et devenir de
deux enclaves espagnoles”, Bernard Bessière pone en el
prólogo el dedo sobre la llaga: “Para algunos, se trata
simplemente de la supervivencia intolerable del
colonialismo; para otros, la presencia de España está
ampliamente justificada por la historia” (sic). Porque, real
politik dixit, de lo que se está hablando ya al máximo nivel
entre Madrid y Rabat (juega un importante papel en las
conversaciones el “Comité Averroes”) es del futuro político
de ambas plazas españolas en el norte de África. En un
particular trasunto de la famosa “Célula de Reflexión”
propuesta por el fallecido Hassan II a Don Juan Carlos, un
reducido comité estaría estudiando la fórmula de la “cosoberanía”.
Diré más: el Reino de Marruecos estaría a la espera de que,
en la próxima e inminente visita de Rodríguez Zapatero a
Rabat, el Presidente del Gobierno de España concediera algún
diplomático gesto (¿quizás con los Peñones…?), mientras
también sigue con particular atención la evolución de la
representación de los musulmanes radicados en España (un
millón largo de ciudadanos, la inmensa mayoría de origen
marroquí) en alguna de la dos grandes federaciones que
pugnan por su control, UCIDE y FEERI, planificando
hábilmente su presencia indirecta a través de la comunidad
musulmana en las ciudades de Ceuta y Melilla. Política
claramente intervencionista de una potencia extranjera en
otro país (en la jerga diplomática esto tiene un nombre) y
que, en lo referente a los intereses de España, tendría
varias lecturas.
Fernández Chacón vivirá en primera línea el desarme
arancelario, las vicisitudes de la Unión Aduanera, el
espantajo de la reducción de mandos subalternos en las FAS
(la maniobra es otra) y el uso (¿para qué población?) del
nuevo hospital de Ceuta. Y mientras, toda España a la espera
de una Estrategia de Seguridad Nacional.
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