No me digan que no han visto la
portada de esta semana del Interviú. Sí, me refiero a la
última broma de mal gusto de mi amigo del alma, o más bien
cuñado levantisco, ya que mi marido, el viejo Erik el Belga
considera a Manolo Cerdán un hermano pequeño y muy querido.
Eso es. La portada en la que aparece la oronda Magdalena,
por más señas sobrina carnal y muy carnosa de Monseñor Rouco
Varela, mostrando al aire serrano su rotunda anatomía y
largando sobre su tío.
Por favor, no me premien con miradas libidinosas mientras
apuro mi tazón de leche con cereales integrales. No las
merezco. Y que tampoco ningún osado se aventure a pensar
que, el catoliquerío del que formo parte, se siente
agraviado por las formas de la moza, ni por la burda
rentabilidad que trata de sacar de su apellido. De hecho, se
ve y se contempla, pese a los esfuerzos del caritativo foto
shop, que se dice fotochó, que, de llamarse la muchacha, un
poner, López, no la sacaban en pelotas ni en el periódico
gratuito de su barriada. ¿Cómo se puede posar con semejantes
tetas que parecen pimentillos asados y ajados? Ahí, ahí se
ve y se siente que, la compasión cristiana está presente y
si, para arreglarse y rellenarse el tetamen con una moderna
prótesis de silicona con los cuartos que se ha sacado con la
iniciativa y darse unos retoquitos, imperiosamente
necesarios, la sobrina, ha tenido que mostrar sus redondeces
al personal y hablar de Monseñor, el gesto, deja de ser
oprobio moral para entrar de lleno en la eximente completa
de “estado de necesidad”.
Les digo y que mañana me amortajen si miento, que
“cualquier” fémina con esos pechillos caídos, que no se
reparan con wonderbrá sino con bisturí y maestría
quirúrgica, caería, de estar emparentada con alguien
importante, en la tentación de capitalizar el parentesco
para huir del fantasma de los pellejos flácidos y de la
molla fuera de lugar. “Jalepá ta kalá” decían los griegos
clásicos, “lo bello es difícil”. Y difícil va a ser poner a
Magdalena hecha un cañón, aunque opino que, la portada puede
ser refocile de pajilleros poco exigentes y que prefieren a
“la maciza de la casa de al lado” antes que a una bomba del
Play Boy en plan californiano, de carnes magras y modeladas
por ejercicios aeróbicos, abdominales bien trabajados y
espléndidas prótesis que dibujan senos voluptuosos y
canalillo de vértigo, esos pajilleros modestos, con pocas
pretensiones, para quienes el horroroso liguero rojo es pura
picardía de lumiasca de bar de carretera, esos lujuriosos de
perfil medio-ínfimo, las criaturas, también tienen derecho a
disfrutar y a babear, porque todos somos hijos de Dios. Y
además, la Constitución, que es tan finolis y tan correcta,
dentro de su irrealidad bucólica, señala la igualdad de
todos los españoles. Menos la del rey y los aforados, que
son distintos y tienen más derechos porque son más
importantes y, si somos católicos, hemos de reconocer que,
la Divinidad anda por medio y que Estos No Iguales y Muy
Distintos, lo merecen, porque, como el monarca Mohamed VI es
Príncipe de los Creyentes y descendiente directo del
Profeta, estos nuestros, son descendientes del mismísimo
Sumo Hacedor y por eso son como son, hay que echarles de
comer aparte, se la cogen con papel de fumar y son la
cagaíta de la paloma.
¿Qué que tienen que ver los Poderosos con los satirones que
se imaginan en lúbrica holganza con la sobrina del Monseñor,
tras la visión pasmosa de sus teticas que parecen cáscaras
de plátano? Pues nada, en verdad, aunque, si hubiera
igualdad, sería todo, aunque todos no consideren una visión
grata la exhibición patética de los atributos de la
aspirante a “famosa”. No hay, para los creyentes, viendo el
intento de desacreditar a uno de nuestros pastores, una
sensación de que “otra vez” estamos siendo víctimas de un
ataque contra nuestros sentimientos religiosos, de ese tipo
de ataques que tantas veces nos ha conducido directamente al
Juzgado de guardia de Incidencias a denunciar mientras de
nuestras bocas impías, iban surgiendo las más espantosas
fulminaciones.
No. Aquí creo que, aún habiéndola, no hay doblez. Los de la
revista buscan morbo para vender ejemplares. Por supuesto
que no se atreverían a sacar en pelotas a una fatimita
sobrina de un imán islámico, porque la fatimita sería objeto
de una fatwa y los del periódico, por utilizar el nombre de
un imán, acusados de islamófobos y amenazados por activa y
por pasiva. Pero vender las tetas exagues de la sobrina de
un Monseñor católico, sale gratis.
A la guarrindonga nadie la va a amenazar, al revés, nos
inspira lástima, porque se palpa la ansiedad por recorrer
los platós, por ser, con suerte, “descubierta” y acabar en
la cima, de tertuliana, cobrando por soltar vulgaridades y
estupideces. Es la moral del belenestebanismo, cuyos axiomas
determinan que, con conseguir una barriga de un famoso, un
retoce con alguien conocido, previo aviso del fotógrafo o un
escándalo de los que hacen paladear de placer a las
marujonas entre las que me cuento, que nos desternillamos
con carcajadotas groseras ante las vicisitudes del famoseo
de medio pelo, eso es “triunfar”. Y, si los famosos llegan a
las manos y hay palos de por medio, entonces tenemos que
echar mano del tenaleidi (se dice así) porque ya es mearse y
es el frenesí.
Ver hacer el más patético de los ridículos al ajeno es
acicate para la proverbial mala leche celtíbera y alimenta
nuestro humor, negro como la endrina. La del fotochó, la
pobre Magdalena, tal vez consiga algunos platós y un
puñadillo de euros.
Pero tíos, me crean y si miento que me revienten las tripas,
a mí, que soy tan apretá, todo el show de la sobrina del
cura no me ha enfurecido, ni he sentido deseos de irme en su
busca y arrastrarla por los pelos, al revés, me ha dado
lástima. Observo los mohines pretendidamente sexys de la
muchacha y siento una inmensa pena. Por eso, porque soy de
leche cristiana, esa desgraciada, me da auténtica pena.
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