Jenaro-García Arreciado se
despidió de Juan Vivas. Eso sí, abandonó el edificio
municipal sin decirle ni mu a los periodistas que esperaban
su declaración al respecto. Decisión acertada, pues, por
parte del onubense. Con el fin de evitar cualquier palabra
de más que pudiera suponer un titular en su contra en los
medios que no han dejado de zurrarle la badana durante dos
años. Lo cual en los momentos del adiós hubiera sido un
desliz imperdonable por su parte.
García-Arreciado ha dado muestras evidentes de que no se
arruga ante las dificultades. Prueba palpable de lo que digo
es la firmeza con que ha defendido las posturas del
Gobierno. Lo cual no quiere decir que siempre lo haya hecho
con fortuna. Pero sus pocos errores hay que achacárselo a
que no está acostumbrado a obrar con doblez. Se le ve a la
legua que detesta la hipocresía. Y ésta, tan necesaria en
todos los sitios, en una ciudad pequeña se convierte en
actitud indispensable para dar el pego.
García Arreciado nada más arribar a Ceuta se dio cuenta de
que el partido socialista estaba en las últimas. Y tardó muy
poco en decirlo donde había que decirlo. Sin que le temblase
el pulso y sin miedo a que los propios comenzaran a hacerle
la cama.
Hace un año, cuando se inauguraba la Feria de la
Construcción, crucé con el delegado del Gobierno unas
palabras. Y saqué conclusiones de lo que me dijo casi de
manera cifrada. Y ya entonces comprendí que muy pronto se
iba a ganar la enemistad de los mismos personajes de
siempre.
Debo confesar que a mí me ha gustado sobremanera el fuerte
carácter que ha sacado a relucir JGA en ciertas ocasiones.
He disfrutado de lo lindo cuando el político de Huelva,
harto de oír sandeces por parte de quienes acostumbran a
propalar diariamente que el delegado es un virrey enviado a
Ceuta para atentar contra la ciudadanía, ha respondido
duramente.
Cierto es que no me esperaba su relevo. Como tampoco creo
del todo que se haya debido a una petición de él. Tal y como
nos dijo en su momento Salvador de la Encina. Eso es
algo que sabrá mejor que nadie la ministra que nos visita
hoy: Elena Salgado. Llega la ministra de
Administraciones Públicas para asistir al traspaso de
poderes. O sea, que a partir de ahora será José Fernández
Chacón el nuevo delegado del Gobierno.
Del hombre nacido en Utrera y muy vivido en Cádiz, ya se ha
dicho casi todo. Aunque su mejor aval es que ha ejercido ya
el cargo de delegado en Melilla. Pero conviene destacar
también que si ha sido capaz de mantenerse en su puesto
durante cuatro años, soportando las tarascadas del indecible
Juan José Imbroda, es de esperar que Ceuta le sea más
leve. Ya que entre Imbroda y Juan Vivas media un
abismo.
En fin, que se nos va García-Arreciado. Y parece que para
volver nuevamente al Ministerio de Fomento. A trabajar a la
vera de Magdalena Álvarez. A la que tampoco se le
puede negar que está sobrada de temperamento. De las aguas
mansas nos libre Dios... ¿O no, señora ministra? Y uno, en
el momento de las despedidas, cree conveniente desearle lo
mejor al delegado saliente. Quien, por más que lo haya
tratado muy poco, me cae la mar de bien. Tal vez porque me
da a mí en las pituitarias que no es amigo de juntarle a
nadie chinita con los pies.
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