Las desgracias no vienen solas. Si
ya de por sí fue un duro golpe conocer la noticia del
fallecimiento de un trabajador el pasado sábado, no han
pasado ni 24 horas desde su entierro cuando debemos informar
de la muerte de otro hombre mientras realizaba tareas
laborales de limpieza en el techo de una nave privada de las
existentes en los terrenos de la Autoridad Portuaria.
Se le acumula el trabajo a la inspección laboral. Uno de los
inspectores ya tuvo -este pasado fin de semana- que abortar
las mini vacaciones del puente del Dos de Mayo y retornar a
Ceuta para atender debidamente el riguroso protocolo [no se
andará muy sobrado de estos técnicos en Ceuta]. Ahora ya
serán dos los expedientes que deberá concluir para informar
pericialmente al juzgado de turno.
El fallecido se encontraba realizando tareas de limpieza
sobre un techo de uralita [mal conservado] que no aguantó el
peso del trabajador. Sin medios de protección debidos cayó
al interior de la nave golpeándose mortalmente.
Ahora vendrán los estudios y los informes que servirán para
demostrar que a veces no ocurren más desgracias porque
sencillamente Dios no quiere. Se oirán las mismas voces
atronar al calor de los sucesos. Acción que durará unos
días, quizá alguna semana, pero no se mantendrá el pulso
inquisidor a una administración que debe disponer de medios
humanos y materiales capaces de ‘mentalizar’ del riesgo y
del peligro existente en contrataciones cuanto menos
irregulares de ‘operarios’ que ni cotizan, ni forman parte
de un sistema de garantías que protege no sólo al
contratado, sino al contratante. El basta ya se hace difícil
en una ciudad donde el trabajo ilegal abunda [ya sea en
formato doméstico, o en el de obras de distinta índole] y
sobre todo cuando la tarea preventiva no cuenta con el
debido dinamismo. En lo que llevamos de 2008 ya se han
duplicado las muertes por siniestros laborales. En una
ciudad pequeña como Ceuta la estadística siempre es
llamativa. Otra jornada de luto y de tristeza.
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