La particularidad de concentrar tanta información sobre
épocas pasadas en un espacio de terreno tan reducido ensalza
a la ‘Cabililla de Benzú’ como uno de los enclaves
arqueológicos más ricos de Europa. El último paso dado por
los investigadores sobre esta localizacion ha sido la
memoria de los trabajos efectuados en 2006 y 2007, que
presentarán a la Ciudad “en unas tres semanas” y de la cual
se extrae la existencia de rinocerontes, así como la caza de
aves por parte de sus pobladores.
Antes de salir del laboratorio, diversos restos recuperados
durante la prospección en la cueva y en el abrigo de Benzú
entre 2006 y 2007 hablan sobre la caza de aves en este
paraje, así como la existencia de rinocerontes durante el
Neolítico. Estos datos, entre otros, fueron avazados ayer
para EL PUEBLO por uno de los responsables de los trabajos
en esta Atapuerca del norte de África y profesor titular de
Arqueología de la Universidad de Cádiz, José Ramos, que
accedió a arrojar luz sobre la memoria que llegará a manos
de la Consejería de Cultura de la Ciudad “dentro de unas
tres semanas aproximadamente”.
Ramos expresó que las investigaciones de un especialista de
la Universidad de Granada, José Antonio Riquelme,
consiguieron determinar el tipo de animales de gran tamaño
que pisaron el emplazamiento y sus alrededores en el VIII
milenio antes de Cristo, mientras que el estudio de las aves
corrió a cargo de un representante del Museo de Ciencias
Naturales de España, Antonio Sánchez Marcos.
Ramos considera que lo hallado sobre fauna en la cueva de
Benzú arroja “datos muy interesantes”, puesto que confirman
la existencia de perisodáctilos, término con que se conoce
científicamente a los miembros de las tres familias de
mamíferos con pezuña: los caballos, los tapires y los
rinocerontes. Precisamente, los restos sobre vida animal
corresponden a éste último, aunque las pruebas en el
laboratorio también determinaron que el terreno estuvo
habitado por gacelas, jabalíes y por el ammotragus, bóvido
nativo de las zonas rocosas del Sahara y el Magreb cuya
fisonomía recuerda vagamente al de una cabra montesa con los
cuernos en forma de aureola. “Este tipo de fauna delata que
se trató, durante el Neolítico, de un espacio muy abierto y
de frondosos bosques”, agregó José Ramos.
Además de estas evidencias vitales, la morfología de los
restos y los trazos óseos en forma de corte conducen a
pensar “en los pobladores humanos como un pueblo cazador”,
en una tierra donde, además, hienas y perros acamparon a sus
anchas aunque sin ningún tipo de relación con el hombre,
puesto que “no hay pruebas definitivas de algún proceso de
domesticación”. En cuanto a la fauna de mediano tamaño,
Riquelme logró determinar un asentamiento de zorros, así
como de menor tamaño, como la jineta, que es un animal
parecido a una ardilla y que vive en solitario, posee
hábitos nocturnos pasa gran parte del día en el interior de
la madriguera o entre las rocas. Liebres y conejos pasaron
revista en los laboratorios de la Universidad de Cádiz,
además del puercoespín, una camada de animales de los cuales
se ofrecerán más detalles a través del estudio taxonómico
que se presentará a los técnicos de Cultura “en un espacio
de unas tres semanas”, un informe “muy sólido” que
corroborará lo que ya se pensaba en voz baja: que la cueva
fue ocupada durante el Neolítico tanto por humanos como por
animales y que, todavía en esta época, se siguió cazando con
un peso significativo.
Caza de aves
Hace unos ocho mil años no había escopetas, nisiquiera
tirachinas. Pero parece que el hambre ya agudizó en este
momento el ingenio de estos primeros cazadores de aves,
residentes en las inmediaciones de la ‘Cabililla de Benzú’.
Ramos considera que los datos que arrojan las
investigaciones en torno a los restos de aves aparecidos en
diversos estratos de terreno en la cueva “fueron cazados,
atendiendo al procesamiento de los huesos, el tipo de
rotura”, una radiografía que ha permitido conocer hasta su
sexo y edad. En este apartado, Sánchez Marco, coordinó desde
el Museo de Ciencias Naturales, centró la directriz de los
estudios sobre aves en su movilidad a lo largo del Estrecho
de Gibraltar durante la época neolítica. La síntesis que
Sánchez Marcos aporta es que “no hay aves domésticas, sino
algunos ejemplares de la familia de los pasediformes”, un
conjunto avícola en que se enmarcan los actuales jilgueros y
gorriones comunes. También se han encontrado evidencias de
la presencia de aves marinas e, “incluso, de algún que otro
animal ya extinto” del cual dará cuenta el futuro informe
sobre la memoria de los trabajos en la cueva y el abrigo de
Benzú, uno de los enclaves arqueólogicos más ricos de Europa
en cuanto al conjunto de información reunida en una
proporción tan pequeña de terreno.
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Un investigador de Atapuerca siguió los trabajos en la
‘Cabililla’
Los trabajos y estudios centrados
en la fauna de la ‘Cabililla de Benzú’ fueron seguidos de
cerca por un investigador relacionado con la investigación
en Atapuerca, el profesor titular de Prehistoria de la
Universidad de Burgos, Carlos Díez. Junto a un representante
del Instituto Geominero de España, Alfonso Arribas, Díez
tiene la responsabilidad de vigilar con celo los trabajos de
examen de los restos hallados, que se enviaron a Tarragona
para ser procesados por dos técnicos de la Universidad
Rovira y Virgili de Tarragona, a manos de los investigadores
especializados en Historia Alex Solí y Jaume Vilalta. Ellos
prepararán las piezas antesde que marchen de camino para el
Museo de Ceuta.
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