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OPINIÓN - MARTES, 6 DE MAYO DE 2008

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Cucurull: El encanto de la discrección

Por Ramón Ros


Estos días España está de luto por la pérdida del Presidente Calvo-Sotelo, del que se han dicho últimamente muchas cosas, seguramente como consecuencia de su fallecimiento, pero del que poco o nada se ha hablado tras su salida del poder, habiendo sido mucho menos notorio que Suárez, González o Aznar, que han seguido llenando páginas a pesar de su condición de expresidentes y por tanto alejados ya de los círculos de poder.

La clave puede estar en la propia condición personal de Calvo- Sotelo, poco amigo de la farándula y del protagonismo incluso cuando tuvo la responsabilidad de dirigir el Gobierno de la Nación.

Hombre discreto hasta la saciedad, supo gestionar una España convulsa sin que se le notase y cuando abandonó sus altas responsabilidades públicas, se negó permanentemente a seguir engrosando páginas de notoriedad, consciente como era de la necesidad de que esta la tuviera quien tenía las responsabilidades correspondientes a la fama. Un ejemplo de político y de persona.

Pero no abunda ese discreto encanto de la discreción. Por el contrario, cualquiera por pequeña que sea su parcela de protagonismo, pretende ser tan famoso como Brad Pitt o Penélope Cruz, saliendo en los medios de comunicación hasta el hartazgo, aunque sólo sea para decirnos cualquier sandez, creyéndose el ombligo del mundo y aburriéndonos con sus diatribas, en tanto que quien tiene algo que decir, porque su cerebro está mejor amueblado, debe guardar un reverente silencio en este mundo al revés.

Pero sí queda algún político al estilo de Leopoldo Calvo-Sotelo, salvando las distancias, y ese se llama en Ceuta Nicolás Fernández Cucurull.

Nicolás Fernández es una persona bien formada, de exquisita educación y con una clara visión de lo que esta ciudad necesita en todos los ámbitos de su pulso: el económico, el social, el cultural, etc., y a poco que se le da la oportunidad, que es bien, bien poco, lo demuestra y lo hace de esa manera tan sencilla que caracteriza a las personas de gran nivel: con suavidad, en voz baja y, sobre todo, con argumentos, de gran escasez por cierto en la política actual, más basada en la ciega obediencia que en aportaciones estimulantes.

Es un político acostumbrado al análisis más que al fogueo, que busca más el fondo que las formas, al que le interesa más ser que estar y que se nutre poco de las ramplonas doctrinas dominantes para ser más bien de los que aportan ideas a lo que luego puede ser doctrina.

Entre su grupo parlamentario es respetado, hasta el punto de que tras haber pasado ya por él desde Ceuta, un nutrido número de integrantes en las distintas legislaturas, ha sido el único al que se le ha confiado una importante responsabilidad dentro del mismo y, desde luego, no ha sido por enchufe de partido o por trienios, sino por su probada eficacia en la gestión de los asuntos que le han encomendado, eficacia que allí se ha reconocido y en Ceuta está lejos de ser considerada, sumergida como está nuestra ciudad en un oscuro mar en el que sólo se distinguen sombras, jamás imágenes nítidas.

Si como todo indica, vuelve a presidir la Comisión de Presupuestos del Senado, habrá vuelto a ser reconocido ese valor que Nicolás Fernández representa.

En cualquier caso, incluso aunque sus tareas en la Cámara Alta fuesen más discretas, habría que seguir destacando el encanto de una persona que procura pasar desapercibida, que sabe estar y respetar y que, no obstante, va a dejar un extraordinario sabor de boca a todos cuantos han tendido la oportunidad de trabajar cerca de él.

La pena es que su manera de estar no fuese una imposición al resto de sus compañeros.
 

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