A mí el 2 de mayo me pilló
paseando por el adarve de las murallas romanas “Patrimonio
de la Humanidad” de Lugo, ciudad de milenaria historia y a
la que rápidamente llegó noticias de la revuelta organizada
en 1808 por elementos insurgentes (empleando un lenguaje
actual) de la capital de España. Un día más tarde, se recibe
desde la Coruña un bando firmado por la autoridad legal
(colaboracionista de los franceses) de la región firmada por
Francisco de Biedma y Zayas, Mariscal de campo de los Reales
Ejércitos, comandante interino de los mismos en Galicia y
presidente de la Real Audiencia, en el que se exhorta a la
“prestación de auxilio a las tropas francesas”….. La
historia, amigos lectores, no es ni mucho menos como se la
están contando. ¿Saben que el 2 de mayo había varios
centenares de soldados ingleses presos en España….?. En
Lugo, el dos de mayo, ochenta.
Según parece, los enfrentamientos del 2 de mayo se saldaron
en Madrid con unas cuatrocientas bajas entre los rebeldes
españoles, (lo siento, la legalidad del Estado no estaba en
la calle), la mitad heridos, más unos trescientos
prisioneros muchos de los cuales fueron ejecutados al
anochecer, como muestra ese estremecedor cuadro de Goya
sobre “Los fusilamientos de La Moncloa”. ¿Las bajas
francesas?. Tan solo 31 muertos y 114 heridos. Una duda:
¿contaron las fuerzas gabachas sus pérdidas entre los
mamelucos…?; Esos efectivos auxiliares cuyo sangriento
enfrentamiento con las fuerzas insurgentes populares también
pintó, con dramático realismo, el pintor aragonés en su
lienzo “La carga de los mamelucos”. ¿Dónde tuvo lugar la
acción…?: ¿en la Puerta del Sol o en la Plaza de La Cebada,
donde años más tarde y bajo el reinado del felón Fernando
VII sería ahorcado el general liberal Rafael del Riego? Los
mamelucos, efectivos egipcios de caballería, estaban
acantonados tras la entrada en Madrid del mariscal Murat en
Carabanchel, formando parte de su guardia personal.
Estas fuerzas auxiliares, que operaron junto al ejército
francés a lo largo de toda la Guerra de la Independencia
(1808-1814), procedían de la expedición de Napoleón al país
del Nilo en 1798. Allí y tras su retirada no sin antes
declararse “libertador” del Corán y del Islam (¡lo que son
las entretelas de la historia!), ordenó repatriar en 1801
con el resto del ejército un escuadrón de cazadores a
caballo de 240 soldados mamelucos, que subió hasta integrar
un Regimiento incorporado, tras la batalla de Austerlitz, a
la Guardia Imperial. Su dramático final no deja de guardar
cierto paralelismo con el de los jenízaros del ejército
otomano. Diezmados en España, cuatro años antes de la
batalla de Waterloo (18 de junio de 1815, epígono del
régimen napoleónico) fueron masacrados en una celada en El
Cairo bajo el pachá Mehmet Alí, el 1 de marzo de 1811. En
Francia, los mamelucos que aun servían en el ejército
francés fueron ejecutados en su base de Marsella acusados de
“bonapartistas” tras la subida al trono de Luis XVIII, en el
periodo conocido como “terror blanco”.
Volviendo a España…, la mal llamada Guerra de Independencia
(“¡Vivan las cadenas”, los Cien Mil Hijos de San Luis y
Fernando VII que usaba paletón!) fue el prolegómeno de las
guerras civiles, que asolaron nuestro país hasta mediados
del siglo pasado.
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