El homicidio que tuvo lugar a finales de enero del pasado
año en el Recinto Sur llegó ayer a los tribunales para dar
por entregas un juicio que contará con las declaraciones de
casi una treintena de personas a lo largo de cuatro largos
días. N.M.E., de 19 años de edad y vecino de este barrio
ceutí, disparó sobre el cuerpo de un muchacho de igual edad
tras tratar de intimidarle con una percusión dirigida al
aire, después de que el autor confeso del homicidio sufriera
“entre 2006 y 2007 humillaciones, bofetones y robos” de
manera regular, según afirmó ayer el acusado para el que el
fiscal pide 15 años de prisión por homicidio más uno por
tenencia ilícita de armas.
La Fiscalía pide quince años de prisión por homicio y un año
más por tenencia ilícita de armas para este supuesto
homicida. Tuvo que aguantar “bofetones y hostias desde 2006
hasta 2007”, ser increpado ante “los vecinos del barrio” y
perder posesiones materiales “como tickets de barco, dinero
en metálico y móvil” cada vez que la víctima le robaba “la
riñonera”. N. M. E., de 19 años de edad, es el autor confeso
del disparo de escopeta que acabó con la vida de un vecino
de su edad, H. B. L., del que sufría “constantes
humillaciones” tras una disputa que matuvieron dos meses
antes del homicio.
El trágico desenlace tuvo lugar en Pasaje Recinto el 27 de
enero de 2007. El arma formaba parte de un botín sustraído
dos días antes por hurto en una vivienda particular del
mismo barrio y, según el acusado, fue escondida “en un
descampado del Recinto Sur”, lugar del que “todo el mundo en
el vecindario” tenía constancia. Y fue precisamente el
presunto homicida el que fue al encuentro de ésta tras
entablar una trifulca poco minutos antes, “sobre las seis de
la tarde aproximadamente”. Inquirido por los representantes
de la acusación particular, el acusado manifestó que la
víctima le propinó “dos bofetones” y le amenazó “con un
cuchillo” para, finalmente, robarle la riñonera. Acto
seguido, echó a correr en busca del arma, una escopeta
oculta “en el descampado del Recinto”, para volver al lugar
de encuentro.
Tras disparar una vez al aire no logró disuadirle, sino que
éste acechó “desde unos diez metros” al supuesto homicida a
la carrera, y disparó sin pensar “apuntando bajo y mareado
por las pastillas y el hachís” que afirmó consumir ese mismo
día.
En su discurso el acusado llegó a firmar que no miró “si
respiraba o no”, sino que puso pies en polvorosa con
dirección al domicilio familiar, tras arrojar el arma a un
seto en el interior del Cuartel del 54, en San Amaro,
mientras que la munición y la funda de la escopeta, aún
caliente, fueron escondidos “bajo un macetón azul en la
vivienda familiar, donde se encontró la funda pero no la
munición”, aseguró bajo juramento un representante de la
Policía Científica que se desplazó aquel 27 de enero para
proceder al registro de la vivienda con la correspondiente
orden judicial.
Mientras, el 061 recibía una llamada anónima que le alertaba
de la existencia de un joven herido en el llano del Recinto
Sur. La víctima llegó al hospital sobre las ocho de la tarde
del 27 de enero del año pasado casi expirando el último
aliento y falleciendo, finalmente, en la mesa del quirófano
ya que las heridas, en la zona del hipocondrio –cerca del
hígado- fueron mortales. Murió de un shock hipovolémico, con
la vena cava seccionada y con la aorta lesionada.
Declaración insostenible
El acusado ha cambiado a lo largo de los últimos meses
varias veces su declaración, por la que han pasado unos y
salido otros. La Fiscalía pide para otros dos acusados, el
fugado A.G.M. y el exmilitar H.M.A., para el que no se pidió
prisión preventiva, doce años de cárcel por inducir al
asesinato más uno por tenencia ilícita de armas.
Precisamente, éste último lidió durante varios minutos con
un Ministerio Fiscal que trató de establecer una relación
entre las dotes balísticas de este exmilitar con el uso del
arma del crime, puesto que el supuesto homicida, N.M.E.
afirmó durante todo el juicio no tener “ni idea de cómo
cargar y manejar el arma”, aunque, desgraciadamente, ésta
acabara con la vida de una persona.
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La defensa se volcó en demostrar la colaboración del acusado
Si no hubiera sido por la
colaboración del detenido, difícilmente el arma del crimen
hubiera sido encontrada en un espacio de tiempo tan
reducido, apenas media hora. Este fue el mensaje que arrancó
la defensa del supuesto homicidida a los cinco
representantes de las Fuerzas de Seguridad del Estado que se
sentaron ante el juez en la Audiencia para prestar su
declaración. Algunos tomaron parte en la detención, otros en
el registro de la casa y los demás en la búsqueda de los
proyectiles, que no aparecieron en el mismo lugar donde
descansaba la escopeta ni donde N.M.E. dejó constancia en su
declaración, ya que su hermano arrojó las balas por la
terraza de su domicilio. Aún así, tanto la familia como el
acusado ayudaron a encontrar, finalmente, los restos de
balas.
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