No era la mejor noticia que
podíamos recibir el sábado al mediodía:”Ha fallecido
Leopoldo Calvo Sotelo”. Y no era la mejor noticia, porque
con su muerte desaparece el segundo de los presidentes de
nuestra democracia, tras haber sido investido presidente,
después de la dimisión de Adolfo Suárez.
De Calvo Sotelo, ni siquiera siendo presidente, se habló
mucho. Él llegó a la presidencia en el momento más duro por
el que pasó la democracia española de los primeros tiempos,
en primer lugar porque la marcha de Suárez quedaba envuelta
por la oscuridad de amenazas golpistas que al final, ya sin
él, intentaron culminar su hazaña y en segundo lugar porque
él mismo llegaba a la presidencia, tras haber sufrido todo
el país la vergüenza y el temor de un intento del Golpe de
Estado mientras se procedía a la votación para su
investidura: 23 – II – 1981.
Afortunadamente “ el tejerazo” y las otras dos amenazas
“colindantes” al mismo tiempo no lograron sus objetivos y
dos días más tarde Leopoldo Calvo Sotelo era investido
presidente del Gobierno.
Era este el último paso de los movimientos más duros
antidemocráticos, y por eso los 20 meses que fue presidente
tuvo dos problemas básicos que trató de resolver, primero
asentar definitivamente la democracia y eliminar, con la
ayuda de todos, el ruido de sables que tanto se había
prodigado en los últimos meses y en segundo lugar tratar de
reorganizar el “gallinero” en que se había convertido la UCD.
Lo primero sí lo logró, pero lo segundo fue imposible y se
dio tal ruptura en el seno del propio partido que, por
primera vez en una democracia, un partido político ( o lo
que fuera la UCD), pasó en unas elecciones de ser el partido
en el Gobierno a dejar de existir.
A partir de aquí, Calvo Sotelo que había sido ministro en el
Gobierno de Arias Navarro, tras la muerte de Franco, y que
luego siguió siendo ministro, de Obras Públicas, con Adolfo
Suárez, pasó a la empresa privada y prácticamente no se supo
más de él.
En su honor hay que decir que ni para llegar a presidente
del Gobierno mantuvo ninguna intriga, ni tras haber perdido
las elecciones y haber ganado el PSOE, jamás encabezó nada
que marcara unas aspiraciones suyas y supusiera ningún golpe
bajo para los que habían sido sus “compañeros de viaje” o
para los adversarios.
Con Leopoldo Calvo Sotelo se marcha uno de los dos
presidentes que llevaron la peor parte en la andadura de la
democracia. El otro presidente, Adolfo Suárez, a pesar de
que aún vive, sin embargo su salud, sus facultades mentales
no le permiten, ahora mismo, ni siquiera hacer una
valoración de lo que supuso su sucesor, en aquella etapa tan
complicada.
A los 82 años y sin estar, aparentemente, enfermo, Leopoldo
Calvo Sotelo ha fallecido repentinamente en su residencia de
Madrid, con lo que en estos momentos tan sólo quedan con
vida en España tres ex presidentes de Gobierno: Felipe
González, José María Aznar y Adolfo Suárez, aunque este
último, ya lo hemos dicho en unas condiciones de salud poco
favorables.
La desaparición de Calvo Sotelo deja la marca no de un
hombre brillante, aunque lo fuera, sino de un hombre
cumplidor, honrado y poco amigo de las apariciones en los
medios de comunicación. Jamás se podrá decir de él que no
fuera un fiel cumplidor de sus cometidos.
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