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OPINIÓN - LUNES, 5 DE MAYO DE 2008

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Leopoldo Calvo Sotelo
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

No era la mejor noticia que podíamos recibir el sábado al mediodía:”Ha fallecido Leopoldo Calvo Sotelo”. Y no era la mejor noticia, porque con su muerte desaparece el segundo de los presidentes de nuestra democracia, tras haber sido investido presidente, después de la dimisión de Adolfo Suárez.

De Calvo Sotelo, ni siquiera siendo presidente, se habló mucho. Él llegó a la presidencia en el momento más duro por el que pasó la democracia española de los primeros tiempos, en primer lugar porque la marcha de Suárez quedaba envuelta por la oscuridad de amenazas golpistas que al final, ya sin él, intentaron culminar su hazaña y en segundo lugar porque él mismo llegaba a la presidencia, tras haber sufrido todo el país la vergüenza y el temor de un intento del Golpe de Estado mientras se procedía a la votación para su investidura: 23 – II – 1981.

Afortunadamente “ el tejerazo” y las otras dos amenazas “colindantes” al mismo tiempo no lograron sus objetivos y dos días más tarde Leopoldo Calvo Sotelo era investido presidente del Gobierno.

Era este el último paso de los movimientos más duros antidemocráticos, y por eso los 20 meses que fue presidente tuvo dos problemas básicos que trató de resolver, primero asentar definitivamente la democracia y eliminar, con la ayuda de todos, el ruido de sables que tanto se había prodigado en los últimos meses y en segundo lugar tratar de reorganizar el “gallinero” en que se había convertido la UCD.

Lo primero sí lo logró, pero lo segundo fue imposible y se dio tal ruptura en el seno del propio partido que, por primera vez en una democracia, un partido político ( o lo que fuera la UCD), pasó en unas elecciones de ser el partido en el Gobierno a dejar de existir.

A partir de aquí, Calvo Sotelo que había sido ministro en el Gobierno de Arias Navarro, tras la muerte de Franco, y que luego siguió siendo ministro, de Obras Públicas, con Adolfo Suárez, pasó a la empresa privada y prácticamente no se supo más de él.

En su honor hay que decir que ni para llegar a presidente del Gobierno mantuvo ninguna intriga, ni tras haber perdido las elecciones y haber ganado el PSOE, jamás encabezó nada que marcara unas aspiraciones suyas y supusiera ningún golpe bajo para los que habían sido sus “compañeros de viaje” o para los adversarios.

Con Leopoldo Calvo Sotelo se marcha uno de los dos presidentes que llevaron la peor parte en la andadura de la democracia. El otro presidente, Adolfo Suárez, a pesar de que aún vive, sin embargo su salud, sus facultades mentales no le permiten, ahora mismo, ni siquiera hacer una valoración de lo que supuso su sucesor, en aquella etapa tan complicada.

A los 82 años y sin estar, aparentemente, enfermo, Leopoldo Calvo Sotelo ha fallecido repentinamente en su residencia de Madrid, con lo que en estos momentos tan sólo quedan con vida en España tres ex presidentes de Gobierno: Felipe González, José María Aznar y Adolfo Suárez, aunque este último, ya lo hemos dicho en unas condiciones de salud poco favorables.

La desaparición de Calvo Sotelo deja la marca no de un hombre brillante, aunque lo fuera, sino de un hombre cumplidor, honrado y poco amigo de las apariciones en los medios de comunicación. Jamás se podrá decir de él que no fuera un fiel cumplidor de sus cometidos.
 

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