Hace algún tiempo se publicaba en un medio un informe del ex
comandante general de Ceuta, tan impertinente, como impropio
de una autoridad militar como la suya, después de que
hayamos conocido también el espionaje de que fueron objeto
algunas de las personas e instituciones de nuestra ciudad
con, al menos, su conocimiento, y por cuenta del Servicio
Militar de Información.
Después ya sabemos que las culpas siempre se las llevan
otros, y si no pueden hablar, mejor. Lamentablemente son
restos de dictadura, que algunas veces reverdecen, llenando
de vergüenza y sonrojo, a los que militan con honor, que
gracias a Dios son muchos más, que aquellos que tratan de
ocultar, como decía Bernarda Alba -aquel personaje de Lorca-,
la vergüenza tras una puerta, o bajo llave en los cajones.
Ahora viene la congoja, las ganas de ocultar, las amenazas
veladas cuando no las prohibiciones absolutas de decir,
opinar o facilitar información alguna.
Eso es un error que equivale a pedir que la podredumbre y
las miserias de unos (algunas ampliamente gratificadas), se
las coman quienes nada han tenido que ver con la cuestión y
de esa forma, se hace cómplice al estamento, por la culpa de
una minoría. En esto no hay disciplina, ni obediencia
debida, sino el deber de denunciar. Decimos que es un error
y además es tarde. Muchas cosas se encuentran en esos
cajones ahora cerrados y silenciados sus responsables, pero
muchas copias andan por ahí sueltas, como personajes en
busca de autor.
La historia tiene ya pocos hilos fuera de la madeja y es al
estamento militar al que beneficiaría averiguar la verdad
hasta sus últimas consecuencias, poniendo a los responsables
a disposición de la justicia, sin consideración a grados ni
fueros y no solo en el asunto gravísimo de la cantera
militar de Benzú, en el que hay preferidos y preteridos,
sino en tantos otros, en los que además se ha jugado de
forma muy grave (gravísima) con la honorabilidad de personas
e instituciones. Lo demás son ganas de seguir alimentando a
determinados sujetos (malos sujetos por cierrto), que como
las hienas, no pueden disimular su carácter rastrero,
cobrade y repugnante.
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