Dicen que cuando el español canta
algo tiene en la garganta. Y es que, la canción, es una
forma de expresar los sentimientos de penas o de alegrías. Y
hoy, mire usted por donde, tengo unas ganas locas de cantar.
Quiero cantar, y me pongo a ello, esa canción que dice “el
que tiene un peso, quiere tener dos / El que tiene cinco,
quiere tener diez / el de los veinte quiere los cuarenta / Y
el de los cincuenta quiere tener cien”.
Por favor les ruego, encarecidamente, se tapen lo oídos pues
canto muy mal. Así que confórmense en leer la canción y no
traten de escucharme, porque además de ser una perdida de
tiempo, me tirarían con lo primero que tuviese a mano.
Gracias
La sabia de mí abuela siempre me decía, que la ambición es
la única virtud que tienen todos aquellos que jamás en sus
vidas han sido nada, y de pronto se encuentran con un
carguito, gracias a la tómbola de la vida que les dio la
gorra y el pito con mando.
Del mismo esa viejecita, a la que adoro y que siempre he
seguido todos sus consejos, una y otra vez me repetía,
“debes tener paciencia en la vida, más paciencia que Job, no
te preocupes, saca la silla te sientas a la puerta de la
casa y verás el cadáver de tu enemigo pasar.
Creo, con toda sinceridad, que de las pocas, por no decir
ninguna, virtudes que he tenido ha sido la paciencia. Los
años han pasado y he seguido manteniendo a misma paciencia
que me recomendaba la sabia de mí viejita. Jamás me he
precipitado en mis decisiones. Y no puedo, hoy día, contener
la satisfacción que me produce el que, una vez más, y no se
cuántas van, habré acertado de pleno sobre la descripción
que he realizado y los fines que perseguían, en varias
ocasiones, de politiquillos de medio y personajillos del
tres al cuarto a los que, insisto una vez, a pesar de poder
parecer reiterativo, sólo buscaban, desde ese poder que les
regaló la tómbola de la vida, buscar su propio beneficio.
Su desconocimiento para el cargo que ocupan y su enorme
ambición, serán su tumbas políticas y quién sabe si algo
más. Esta fauna de personajillos de medio pelo y
politiquillos del tres al cuarto, que viven cegados por su
ambición, puede que más temprano, que más tarde, esa
desmedida ambición le estalle entre sus manos.
Lo malo de ese estallido, es que puede alcanzar a personas,
a las que han metido en el ajo, sin probarlo ni beberlo,
pero que se han dejado llevar, por algo que pomposamente,
con esta fauna llaman amistad. De verdad, hay alguien qué
crea, qué todo estos, son amigos de alguien, que no sea el
dinero.
Esta vez no voy a dar aviso alguno a los navegantes. Allá
cada uno con lo que crea o le hayan hecho creer los
“amigos”. De momento he sacado la silla, la he clocado al
fresco a la puerta de mí casa y me he sentido como un Job
cualquiera, armado con toda la paciencia del mundo, a la
espera de que estalle la “bomba”, que tiene que estallar. No
crean que es cuestión de mucho tiempo. Cuando cae una
“bomba” nunca se sabe a quién o quiénes salpicarán las
metrallas.
A la “torre de los ambiciosos”, le tiemblan los cimientos.
|