Estaba tranquilo, comiendo con la
familia y plantados ante la pantalla TDT observando las
telenoticias que los editores televisivos consideran
importantes para ofrecerlas a los telespectadores, sacadas
mediante una criba del enorme contenedor de noticias
diarias, que las agencias y la propia emisora de televisión
llenan, en un plan estratégico de mantener medio informado
al ciudadano español. Estábamos tan tranquilos hasta que
salió la noticia del austríaco ese follador de su propia
hija. Ahí si que tocó mi sensible estómago y me cabreó lo
suficiente para amargarme el día.
Con ese estado de ánimo me acerco a redacción para proseguir
mi tarea con “Los Cuadernos” dado que se aproxima un largo
puente que no voy a desperdiciar por nada del mundo.
Sin embargo, el cabreo que tengo encima está vigente. Cabreo
ante las actitudes de gente que tiene la pinta de ser
humanos pero que están muy lejos de esa condición.
No teman, no escribo sobre los peperos ni de lejos. He
tomado una decisión en éste aspecto: dejaré de escribir
artículos de opinión sobre ellos, para alegría de quiénes
quieren verme fuera, si siguen poniéndome condicionantes
para que cambie el rumbo del teclado.
Una de las posiciones por las que opté en colaborar con “El
Pueblo de Ceuta” está en que no me pondrían objeciones en
virtud de la libertad de opinión y en virtud de la
declaración de principios que formulé acerca de la
responsabilidad de las opiniones vertidas en el diario.
Responsabilidad que muchas veces he dejado escrita acerca de
que yo soy el único que responde de las mismas.
En una auténtica democracia, la libertad de expresión es
sagrada y la libertad de opinión también lo es, siempre que
no se atente contra el honor y la intimidad de las personas.
Para ello existe un Código Deontológico que los periodistas
conocen muy bien, pero también existe un Código
Manipuleógico y este código yo no lo acepto, venga de quién
venga, del Cielo o de la Tierra. Así lo dejé claro desde el
principio.
Cuando escribo mis opiniones lo hago desde un punto de vista
que normalmente me ofrecen los demás con sus actuaciones y
sus declaraciones. Cuando escribo mis opiniones lo hago tras
un análisis, pobre dada la menor amplitud de mis estudios
pero análisis al fin y al cabo, profundo y meditado sobre
las razones de que se diga o se haga eso o aquello. Busco
siempre el meollo de la cuestión y si esta es buena o mala
no es culpa mía, es culpa de quién ha dado pábulo para que
escriba mi opinión.
Si cedo ante la menor advertencia o amenaza, eso me
convierte en un conejillo asustadizo, adulón y lameculos,
cosa que no seré mientras viva. Antes prefiero dejar de
escribir que mancharme las manos con hipocresía y falsas
informaciones que sigan engañando al ciudadano. Soy así y
siempre lo seré.
Si alguien se siente molesto con mis críticas, que no cierre
los ojos ante la realidad y acepte éstas como una sugerencia
de lo que no debe hacer o decir. Lo malo es que todo lo
toman a mal y más con el corazón que con la cabeza y ello
conduce a su propia destrucción que no la mía, yo no me
juego absolutamente nada.
Convendrán conmigo en que todas mis opiniones vertidas en
“El Pueblo de Ceuta” han estado dentro de la lógica más
patente, han sido opiniones acertadas en el tiempo y en el
espacio; desde que opinaba que los peperos no ganarían las
elecciones hasta la necesidad que tenía el PP de
desprenderse de los tres mosqueteros y D’Artagna. Por ahora
se han desprendido de dos mosqueteros y del extra; la
política del PP, en general, ha cambiado bastante…, bueno,
escribí que no escribiría sobre el PP ni los peperos, sólo
he dado una pequeña dosis de ejemplos.
Como quiera que mi línea de opinión no cambiará de la noche
a la mañana, quisiera tener la seguridad de que sería
respetado en éste sentido. Si por cualquier causa me vea
obligado a cambiar, ese cambio sería de sitio no de opinión.
Ahora bien, si dispongo de un contrato (bien pagado desde
luego) para escribir al dictado de quién sea, eso ya no es
considerado como una iniciativa propia, por ende no
constituye una opinión personal, sino como la consideración
de un trabajador al servicio de un empresario. Eso es otra
cosa. No estoy en esa situación, menos mal. Soy libre de
opinar como…
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